Ya huele a feria, ya huele a
feria!. Esto, como ustedes fácilmente comprenderán es la
letra de una sevillanas. Sevillanas y rumbitas que van
desapareciendo de la casetas de nuestro recinto ferial, para
dar paso a una música más moderna, donde los decibelios
alcanzan su grado máximo y, usted, termina sin enterarse de
qué es lo qué están cantando, porque no hay un dios que se
entere de la letra de la canción.
Naturalmente, usted no se entera porque entre otras cosas,
usted ya no es joven. Esos jóvenes y jovanas a los que les
muestro mi admiración por ser capaces, con los decibelios a
tope, hablar entre ellos y enterarse de lo que se están
diciendo. Increíble, pero cierto.
Me hago cruces, que diría la sabia de mí abuela cuando, en
alguna ocasiones, no muchas, he tenido que asistir a uno de
esos lugares frecuentados por los jóvenes, las jovenas, los
miembros y las miembras, todos ellos seres vivos pero,
igual, no son humanos, y he comprobado como hablaban sin
alzar la voz y me ha sido materialmente imposible enterarme
de nada.
Personalmente me encantan que en las fiestas patronales, en
sus casetas, tengan ese sabor andaluz que dan las sevillanas
y las rumbas, aunque se entremezclen, con ellas, algún que
otro ritmo moderno pero, siempre, prevaleciendo lo que es en
realidad música de feria, sevillanas y rumbas.
La juventud, divina juventud, se impone porque viene
empujando con fuerzas, y hay que aceptar lo que ella
proponga y desee que tiene que sonar en las distintas
casetas del recinto ferial. Aunque tienen que reconocer que
a no es la música de una feria.
Para su música, la que a ellos les gusta, tienen todo el año
en los distintos locales que frecuentan durante los fines de
semana, escuchándola y bailando a su compás hasta altas
horas de la madrugada.
Por ello deberían hacer un esfuerzo, para que la tradición
andaluza de nuestras fiestas patronales no se pierda, y
dejar que durante nueve días suenen, en las distintas
casetas del recinto ferial, sevillanas y rumbas.
Que coste que es sólo una opinión, pues cada uno es libre de
bailar lo que le venga en ganas y escuchar la música que más
le plazca. Con esto pasa igual que con el montaje del
recinto ferial, cada quisqui tiene su idea de cómo debe ser.
Hace años alguien creyó que lo mejor era que todas las
casetas, del recinto ferial, fuesen blancas. Y allá que se
colocaron. Sólo faltaba que en techo de alguna de ellas, se
hubiese colocado el distintivo de Cruz Roja, para ser lo más
parecido a un campamento de refugiados.
Menos mal que, como bien decía la sabia de mí abuela: “no
hay mal que cien años dure”. Aquello, por el bien de todos
los ceutíes, se acabó, dejamos de hacer el ridículo, y se
volvió a lo que es en realidad casetas sevillanas, con
franjas verdes y blancas, como si fuésemos todos de “Er
Betis”.
Ya las están colocando, y al verlas, me traen al recuerdo
aquellas casetas blancas de tan mal gusto que, por cierto,
daban un calor insoportable. Igual que volvimos a las
casetas verdes y bancas, por qué no podemos volver a las
sevillanas y las rumbas.
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