Cuando el 1999 les dieron las llaves de sus casas, nunca
pensaron que las consecuencias de estar ubicadas frente a la
central eléctrica les iba a ocasionar tantos quebraderos de
cabeza. Hartos de la pasividad de las administraciones “ante
un problema palpable”, los afectados han decidido unir
fuerzas y picar a las puertas de Bruselas para encontrar la
solución.
Creen que ya no hay soluciones, por eso dan la última
pataleta para quedarse a gusto. La Ciudad permitió que se
edificaran sus casas a unos metros de la empresa productora
de la energía que consumen. Como último cartucho, van a
ponerle el cascabel al gato. Tienen claro que van a
organizarse y denunciar la situación ante la Unión Europea
porque ni ENDESA ni la Ciudad les tienen en cuenta. “Esta
situación es insoportable. Los ruidos de los motores no nos
dejan descansar y respiramos aire tóxico que nos está
matando poco a poco”.
Cuando en el 99 entregaron las 442 viviendas de la barriada
todos sabían que estaba ahí la planta de energía. “Las cosas
como son, pero nunca esperamos que iría agrandándose y que
nos iba a acarrear este malestar”. Juan Rodríguez está
preocupado y no le importa llegar “hasta donde haga falta
para terminar con todo esto”. A su mujer la operaron del
pecho hace no mucho tiempo. Dice que es inevitable
“relacionarlo con la planta de ENDESA”, más aún cuando “no
ha sido la única”. En los últimos años han muerto unas cinco
personas del barrio. “Sería mucha casualidad”, comentan los
vecinos.
No quieren que los niños sufran pero están convencidos que
los que asisten al colegio Ortega y Gasset también están
siendo víctimas de la situación. “Está al lado, y si las
cortinas de mi casa se quedan negras en una semana y yo no
fumo y mis pulmones muestran que parece que lo llevo
haciendo toda la vida, algo pasará”, comenta u no de los
presidentes de los cuatro bloques edificados, Paco Cantón.
“Estas viviendas no tenían que haberse construído nunca.
ENDESA estaba ahí, lo sabíamos, pero no había tantos
módulos. Nos han quitado las vistas que eran preciosas y
ahora están quitándonos la salud”, replican.
Dicen que no son técnicos, pero que si pasan a Marruecos
energía por cable “¿porque no lo hacen con Ceuta?”, se
preguntan. No esconden su desilusión con el gobierno de una
ciudad que “prefiere las macetas a la salud de sus
ciudadanos”. Dice que todos son conscientes de la situación
del vecindario, que no es sólo la barriada del Ferrocarril
la afectada, pero que el caso de ésta es especial “porque lo
tenemos en frente y si la contaminación atmosférica estropea
la carrocería de nuestros vehículos... qué hará con nuestros
cuerpos?”.
Ahmed tiene 28 años. Nota malestar en su cuerpo. Ya no sólo
es la molestia de los ruidos y el mal olor. “Si estoy así y
con dolores de cabeza con esta edad, cuando tenga 50 cómo
voy a estar?”, se pregunta. Fernando Trujillo va más allá:
“Nos están matando poco a poco y nadie nos escucha ni vela
por nuestro bienestar”. Ya es lo de menos “unos ruidos que
parece que vivimos en un aeropuerto, lo peor es las
bocanadas de humo tóxico envenenado”. No pueden más.
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