Muchas veces, hasta el punto de
tachárseme de pesado, he dicho que existe una diferencia
abismal de comportamiento entre Juan Vivas y Juan
José Imbroda cuando corresponde recibir a los miembros
del Gobierno Central. Ya sean éstos ministros, secretarios
de Estado, subsecretarios o cualesquiera otros cargos.
Los cargos socialistas que llegan a esta tierra y rinden
visita al Presidente de la Ciudad, tienen siempre la
percepción de que son bien recibidos. Y, desde el primer
momento, pierden cualquier atisbo de incomodidad durante las
conversaciones. Porque Vivas les hace sentirse bien y ellos
tratan por todos los medios de corresponder a las peticiones
que éste les hace. O, al menos, aproximarse lo más posible a
lo pedido.
Me consta, pues he tenido ya ocasiones suficientes para
informarme, que a Imbroda le cuesta lo indecible relajarse
ante las mismas visitas. Parece ser que se descompone ante
la presencia de cualquier socialista con mando. No lo puede
evitar. Es superior a sus fuerzas. Y además se le nota tanto
que, durante los encuentros, los visitantes aprecian que son
soportados por necesidades del guión y nada más.
Y, claro, los comentarios de los cargos entre los suyos,
nada más regresar a su destino, son siempre favorables a
Vivas. Y sus palabras repercuten positivamente en todo el
personal que ha de intervenir en los asuntos que conciernen
a Ceuta. Todo lo contrario sucede cuando se trata de
Melilla. Un problema que debe solucionar Imbroda. Aunque,
por lo que llevamos visto, parece que la cosa tiene muy
difícil solución.
Tampoco conviene olvidar que una buena cohabitación, como la
que se está dando entre José Fernández Chacón y
Vivas, es esencial para que ambas administraciones mantengan
relaciones más que fluidas a fin de conseguir logros que
redunden en beneficio de los ciudadanos. Y a los hechos me
remito.
Fernández Chacón, por ejemplo, es el mismo Delegado del
Gobierno que estuvo en Melilla. Y, sin embargo, allí se
levantaba cada mañana pensando qué mala salida de tono
tendría que aguantar de Imbroda ese día. De modo que sus
relaciones oficiales con el gobierno melillense fueron más
que tirantes. Y esa situación, se mire por dónde se mire, no
estimulaba, precisamente, los deseos de contribuir a la
causa por parte del Delegado del Gobierno.
En estos momentos, se está celebrando por parte del gobierno
local los 15 millones de euros anuales que percibirá en
concepto de financiación autonómica gracias al nuevo sistema
aprobado el miércoles con el voto ceutí. Un logro en todos
los sentidos. Pero conviene resaltar, porque el olvido sería
una injusticia clamorosa, el trabajo que ha hecho Pedro
Gordillo.
Gordillo, tantas veces criticado con saña, ha sido capaz,
por más que se trate de quitarle importancia a su actuación,
de decirle a quien correspondía y en los instantes precisos,
que el interés de los ciudadanos estaba por encima de la
disciplina del partido a la hora de votar. Ya va siendo
hora, pues, de reconocer el trabajo realizado por este
gobernante. Sin que su forma de ser sirva como pretexto para
ser cicatero con él a la hora de reconocer su buen hacer.
En relación con los socialistas, y con la labor que viene
haciendo el Delegado del Gobierno, tampoco estaría de más
reconocerles los méritos. En Melilla deben estar subiéndose
por las paredes.
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