Cuando sucedía algún caso, de
alguien que se había quedado con dinero, la sabia de mí
abuela sonreía y me decía: ”Andresito el que esté limpio que
tire la primera piedra. “Todo los que andan con miel se
chupan los dedos”. Tú, hijo mío, no entres nunca en ese
juego. Es preferible que te miren a la cara, a que se pasen
el día mirándote las manos. Nada hay comparable en el mundo
que presentarse, al final, con las manos vacías porque
siempre nos han mirado a la cara.
Para mí, las frases, los refranes y los consejos de mí
abuela, han sido máximas que he aplicado y sigo aplicando en
mi comportamiento en esta vida de hipocresía, falsedades,
mentiras y puñaladas por las espaldas, tratando de quitarse
de encima a quienes les molestan, aplicando el título del
famoso programa “Caiga, quien caiga”.
He sido testigo presencial de cómo, mientras le abrasaban y
le daban todos los ánimos del mundo, en esos abrazos y en
esos ánimos, le asestaban la mayor de las puñaladas para
enviarlo al ostracismo político, y conseguir lo que se
habían propuesto desde que llegaron escalar puestos aunque,
para ello, tuviesen que hacer de un compañero, un cadáver
político.
Aquel día, mientras presenciaba la maniobra, que se había
venido gestando desde hacia tiempo, para acabar con ese
compañero, último obstáculo que les quedaba para llegar
donde se habían propuesto, sentí vergüenza ajena y una
impotencia tremenda al no poder decirles, a aquellos trepas,
lo que estaba pesando.
Conté hasta tres, pensé dónde y para quien estaba trabajando
en aquellos momentos y cual era mi deber como profesional de
la información, me contuve enguanto me vino a la memoria
otra de las frases de mí abuela.“ No te compliques la vida,
no vas a cambiar el mundo, Todo es lo mismo, es una lucha
entre ellos, donde impera el quítate tú, para ponerme yo”.
Con el paso del tiempo, no he tenido más remedio que, una
vez más, darle la razón a mí viejita querida. Nada ha
cambiado, su pronóstico se cumplió, como se van cumpliendo
cuantas cosas me fue diciendo a lo largo de su vida. Los
trepas llegaron y aquel al que habían dado todos los ánimos
del mundo y más abrazos y besos que se dan en algunas
películas de amores, dejó de ocupar el puesto que estaba
ocupando, para pasar a un segundo plano, ocupando un
puestecito bien renumerado y, como todos los que corrieron
su suerte, aplicando la famosa frase de “dame pan y dime
tonto”.
Que ración llevaba mí abuela, cuando me decía, por activa y
por pasiva, que una máxima de la política era, “quítate tú,
para ponerme yo”. Y lo gracioso del caso, es que aquel que
recibe la puñalada trapera, se conforma, mira hacia otra
parte y hasta se permite el lujo de abrazar, cuando los ve
por la calle, a quienes le hundieron en el ostracismo
político. Yo no lo entiendo ¿ustedes entiende algo de esa
forma de actuar del enviado fuera de la política?.
No, se que tampoco lo entienden, porque eso, no hay un dios
que lo entienda. Y así, de esa manera, surgen muchos de los
mandas en la política. Besos, abrazos de Vergara y puñalada
que te meto.
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