Autoridades del Consulado español en Tetuán y las
instituciones locales, cientos de personas y decenas de
periodistas se sumaron ayer al dolor de las familias de
Mohamed El Ouarachi y Dalila Maimuni en la despedida de su
único hijo, el bebé Raian, bautizado así por el nombre que
recibe una de las ocho puertas del paraíso musulmán, cuya
vida fue segada el pasado lunes por un “terrorífico error
médico”. Amparados en lo trágico de un maldito “designio de
Dios”, como también lo calificó el Rey de Marruecos en la
carta que envió a la familia a través de su gobernador
local, los allegados esperan para decidir si actuarán
judicialmente o no.
M’Diq despidió ayer bajo un sol de injusticia y un calor
“desconocido” al pequeño Raian, el hijo de Dalila Maimuni,
el bebé al que un “terrorífico error médico” segó la vida en
el Hospital Gregorio Marañón de Madrid el pasado lunes.
Cientos de personas y decenas de periodistas de uno y otro
lado del Estrecho se dieron cita en las calles de Rincón
para acompañar a las familias de los padres del niño, cuyo
cadáver aterrizó en el aeropuerto de Tetuán a las 11.45
horas en un avión fletado especialmente por el Rey Mohamed
VI que fue recibido a pie de pista por el canciller del
Consulado español en la capital del antiguo Protectorado,
Jesús Cuartero, y el alcalde y el gobernador de Tetuán,
Mrabet Sousi y Mohamed El Yakobi.
El cortejo fúnebre hizo su primera parada en la mezquita
central de la ciudad, Masyid Ahdam, donde quedó el cuerpo
del bebé hasta que, poco después de las dos de la tarde, su
imam llamó al rezo de mediodía. Durante esas dos horas y en
la casa de la familia de Mohamed El Uriachi, padre de Raian,
sus seres queridos y los de Dalila lloraron juntos su
“desgracia” y recibieron a las autoridades locales, que les
leyeron y posteriormente entregaron una carta manuscrita del
soberano marroquí dándoles el pésame, recordando que lo
sucedido fue “un error” humano e instándoles a asumir el
desgraciado “designio divino”.
En la puerta de la vivienda, levantada con el sudor vertido
durante décadas de trabajo en España, los tíos abuelos
paternos de Raian, Mohamed y Laarbi Dadach, que en los
sesenta emigraron a Madrid y ya nunca volvieron a su tierra
natal más que de vacaciones, agradecieron a los presentes su
atención y se esforzaron por dejar claro que lo sucedido no
había dejado en sus conciencias ningún poso de rencor ni
desconfianza hacia el país que los acogió hace cuarenta
años.
“Ha sido una tragedia, la voluntad de Dios, pero las excusas
no valen”, lamentó Abdellah Dadah manteniendo la compostura
ante la desventura, DNI español en la mano, acento castizo,
perfecto representante de una “larguísima” familia
plenamente asentada hoy en Fuenlabrada, Moratalaz, Legazpi,
Humanes y otras mil partes de la capital de España, una saga
que en septiembre pasado, después de que se casaran, animó a
Mohamed y Dalila, ya casada y “entregada” a su marido, las
zapatillas de correr por el monte a un lado, a seguir sus
pasos. Sin mucha fortuna, parece. Ninguno de los dos tenía
trabajo cuando les visitó la tragedia y vivían “en un cuarto
muy pequeño”.
Fue entonces cuando la joven que falleció el mismo día que
cumplía 20 años en el Gregorio Marañón, presunta primera
víctima en España de la Gripe A, miembro del equipo nacional
marroquí, discípula aventajada de Hicham El Guerrouj,
“alegre y abierta” según su compañera deportista Hanan
Hadami, conoció la España peninsular, el país en el que su
padre, Dris Maimuni, se había dejado la vida en 2004 en un
accidente de trabajo.
“No es una muerte, ya son tres”, enumera con sorprendente
sobriedad la madre de Dalila, Aziza Ismail, traducida por su
yerno, en su casa tras el entierro, que como es tradición
recorrió parte de la ciudad con el féretro del niño en manos
de su padre y otros familiares cercanos, una multitud
detrás, entre las voces titilantes de las mujeres, que no
visitarán el cementerio, donde madre e hijo ya reposan
separados por unos centímetros de tierra, hasta pasado
mañana.
Tres muertes “sin aclarar”
“Son tres”, repite, “y ninguna aclarada”, prolonga la mujer,
que trabaja en el hospital local y que, aún no deseando
“ningún mal”, como su consuegra, a la enfermera que mató a
su cuarto nieto por un supuesto despiste, no se resiste al
olvido. “Mi marido murió, su empresa desapareció y nadie
hizo justicia; a mi hija seguro que no la mató la Gripe A y
a mi nieto… Cuando le perdí a él me di cuenta de verdad de
que también se me había ido ella”, lamenta serena.
Todavía en la calle, Youssef, 25 años, amigo de la infancia
de Dalila, testigo privilegiado del amor que la unió “desde
niña” a Mohamed de forma ya, paradójicamente, inseparable,
llora conteniendo las lágricas la pérdida de su vecina y la
de su hijo. “Hoy todo Rincón y todo Marruecos están enfermos
de dolor porque las dos son familias muy queridas”, afirma
corroborando las palabras que minutos antes ya había
pronunciado una tía-abuela del padre del bebé, Chama Hayasi.
A apenas 500 metros, en la casa de su familia, El Uriachi,
cara de niño sin terminar de crecer todavía, se conjura para
salir del “pozo” en el que le ha sumido la pérdida de esposa
e hijo: “Ahora”, dice amable con un hilo de voz a los
corresponsables que le dan el pésame, “quiero tranquilizarme
aquí, en mi ciudad, e intentar reponerme”. Quizá algún día,
parece pensar sin decirlo, recobre el ánimo para volver a
pensar en estudiar para ser policía, como había planeado con
su esposa hacer en Madrid.
Sin acciones judiciales
Ni la familia de El Uriachi ni la de Maimuni han puesto
todavía las muertes de Dalila o Raian, que recibió tal
nombre en memoria de la puerta que, según el Islam, da
acceso al paraíso a quienes se caracterizan por el ayuno, en
manos de abogado alguno. “Yo he hablado con mi letrado de
Ceuta”, reconoce el yerno español de la madre de la
fallecida, Sufian Ahmed, “pero no le hemos pedido que haga
nada hasta que el Gobierno de Madrid diga algo”.
A su lado, su suegra insiste en que la muerte de su hija no
pudo ser por Gripe A, que ella estuvo entrando a verla sin
guantes ni mascarilla durante días, que todo es una excusa
para ocultar algo que no aciertan a decir. Menos explícitos,
los familiares del padre del bebé también lamentan que nadie
en Urgencias ordenase el ingreso de Dalila antes, cuando
hasta por cuatro veces la devolvieron a su casa con gripe.
La abuela paterna de Ryan, Hafida, exige tiempo, respeto a
las formas y a las tradiciones, a la cultura. “La familia
del padre no ha hecho nada ni ha contactado con nadie hasta
ahora porque esa es una decisión que mi hijo tomará cuando
pueda y que todos debemos respetar”, advierte, “porque esto
no es un negocio ni una cuestión de dinero”
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