Cuando todavía se hablaba de la
fiesta celebrada el jueves pasado en el Parque Marítimo del
Mediterráneo, y bien (tal es así que la claque, compuesta
por famosos residentes en Madrid, no cesa de propalar las
bondades de esta ciudad), llega nuevamente ‘Chocrón
Joyeros’ y nos ofrece otra velada social.
En esta ocasión, las instalaciones del Casino de Ceuta
fueron las elegidas para celebrar una reunión nocturna, cuyo
principal interés radicaba en que pudiésemos apreciar el
arte de Manuel Carrera: un escultor de joyas que
quiso exponer en Ceuta. A propósito: me imagino que el
artista habrá disfrutado del escenario. Por más que no haya
conseguido clientes para su obra. Por mor de la crisis.
En las veladas sociales, tan necesarias siempre, donde la
gente charla y condesciende, y uno –es decir, yo- gusta de
abrirse a los demás, suceden a veces cosas imprevistas que
terminan por hacer que la fiesta sea un disfrute o no. En
este caso, todo salió a pedir de boca.
Imprevisto fue que me viera de pronto charlando con
Conchita Íñiguez. Con la que nunca antes había hablado
ni mucho ni poco. O sea, nada. Conchita, esposa del
vicepresidente de la Ciudad, se dirigió a mí con ese
desparpajo que tanto me habían celebrado de ella. Sin
simulaciones. Sin remilgos de tres al cuarto. Aunque
manteniendo en todo momento un saber estar sin afectaciones.
Vamos, sin fingimientos ni apariencias. Así da gusto. Pero
uno, que sabe más por diablo que por viejo, es consciente de
que no se debe descartar que cualquier absurda nimiedad,
manejada por algún quintacolumnista, pueda dar pie a que
llegue otro período de tiempo sin decirnos ni mu. Así que
hemos de estar al tanto.
Quien está al tanto de todo cuanto sucede en la velada es,
como siempre, Juan Antonio Osuna, jefe de protocolo
del Ayuntamiento. Con Osuna he vivido ya varias
celebraciones. Y algún comentario creo haber hecho ya acerca
de su forma de ser. Y, desde luego, doy fe de que no se le
escapa detalle alguno.
También comparto un rato de la fiesta con Francisco
Martínez Racero, director general de la consejería de
Presidencia. De Paco me venían hablando muy bien. Sobre todo
de su preparación. La cual le hace tener grandes
conocimientos de todo lo tocante a la Administración Local.
Si bien me faltaba tratarle al objeto de irme haciendo a la
idea de cómo es en las distancias cortas. Y como las
circunstancias, en forma de fiestas, nos han ofrecido la
posibilidad de pegar la hebra a destajo, debo confesar que
tengo las mejores impresiones de él. Ah, la aparente
seriedad sesuda de Paco es una pose. En cuanto se le tira de
la lengua, surge un tipo divertido. Tan divertido como ese
amigo del cual ambos disfrutamos: Víctor Martínez Guerra.
Por lo demás, la velada social, celebrada en unas
instalaciones magníficas, cumplió perfectamente con los
cometidos que de ella se esperaban; en primer lugar, que
todos conociéramos parte de la obra de Manuel Carrera. En
segundo lugar, darnos cuenta de que esta ciudad, más que
otras y por razones obvias, está necesitada de reuniones
donde podamos vernos sin desviar la mirada; sin rencores,
por ser materia tóxica; y donde primen la alegría, la charla
improvisada, los rumores y los comentarios que vengan a
cuento. Como el que yo le hice a José María Campos
cuando nos cruzamos. O a Juan Vivas en el momento
oportuno.
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