Varias veces he escrito sobre cómo
suelen comportarse los periodistas que llegan a Ceuta. Todos
ellos, salvo excepciones, acuden en sus comienzos a visitar
al secretario general de Comisiones Obreras para rellenar
sus primera páginas.
Esta actitud data de antiguo. De cuando los directores les
decían a los recién llegados que en cuanto se vieran
apurados los primeros días, por desconocimiento de la
ciudad, recurrieran a Juan Luis Aróstegui: porque a
éste le gustaba más salir en los medios que a un tonto una
tiza. Con lo cual se aseguraban su cupo de información.
A partir de ese momento, los periodistas salen encantados
del trato que les dispensa Aróstegui. Y se convierten en
defensores a ultranza de quien les convence de que esta
ciudad está labrándose su ruina, debido a que los ciudadanos
han dado en la funesta manía de no votarle a él.
Los periodistas, no todos, se consideran de izquierda; por
edad y por llevarle la contraria, sobre todo en los últimos
años, al Gobierno presidido por Juan Vivas. Del que
abominan a cada paso y encima despotrican de los medios
escritos que les pagan. A los que consideran ejemplares
tergiversadores de la verdad. Y aduladores constantes del
presidente de la Ciudad. De modo que terminan casi todos
haciendo muy buenas migas con los políticos de la oposición.
Pasado el tiempo, algunos de esos periodistas se marchan de
la ciudad. Otros cambian de medios. Y además se dedican a
escribir artículos contra el gobierno local, en algún diario
digital cuyo editor trata de conseguir una subvención
municipal acorde con sus deseos. Y lo hacen gratis. Por amor
al arte de escribir contra Vivas y Gordillo. Que,
según ellos, les producen hastío.
En realidad, a los artículos de tales periodistas nadie les
presta la menor atención. Aunque es verdad que entre ellos
se aplauden su creatividad e imaginación y se dedican
piropos, mediante mensajes que son tan cálidos como noches
de verano sureñas. Se les nota, además, que pertenecen a una
tribu que se siente infravalorada.
Muchos de ellos, repito que hay excepciones, no cesan de
hablar mal de los gobernantes, porque saben sobradamente que
esa constancia puede que les reporte el beneficio de acceder
a un empleo municipal, tan bien pagado como cómodo. Y
algunos lo consiguen. Hay ejemplos evidentes. Espejos en los
que se miran muchos de los periodistas que van llegando a
esta tierra.
Quienes lo consiguen, aunque sea de forma indirecta, es
decir, trabajando para dos televisiones distintas pero que
están manejadas por el mismo individuo, dejan de escribir
inmediatamente contra Vivas y Gordillo. Y hasta piden
encarecidamente al editor del diario digital en el cual
venían depositando su bilis, que elimine los artículos
escritos por ellos. Penitencia exigible por el poder.
Días atrás, el individuo que maneja dos televisiones, ha
contado su vida laboral y ha dicho que los medios escritos
carecen de lo más elemental.
A semejante individuo, que habla con tanta propiedad, habrá
que invitarle a una celebración pasado el verano. Sin
derecho a soponcio. Por si acaso. Y es que la envidia suele
ser un sentimiento de tristeza y de mucha irritación por lo
que uno jamás podrá tener. Y, por tanto, es dañina hasta
extremos insospechados.
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