Desde hace mucho tiempo decidí, no
asistir a ciertos actos, sean cuales sean, que se celebren
nuestra tierra. Agradezco, en lo que vale, cuantas
invitaciones se me hacen para asistir a los mismos, pero
después de tanto andar por esos mundos de Dios, prefiero
quedarme en casa, o disfrutar de la compañía de mis amigos
de siempre.
Los otros días, por amistad, asistí al acto que organizaba
en el Muralla la compañía Telefónica y es que, jamás, les
fallo a mis amigos. Y Jesús Melgar, periodista de la vieja
escuela a la que pertenecemos, formaba parte de esa
organización, al que no podía decir que no porque nuestra
vieja amistad me lo impedía.
Saludé, uno es así de cumplido, a cuantas autoridades y
amigos se habían dado cita en el evento y, en verdad, que
sentí satisfacción al charlar durante unos minutos con
personas a las que veo muy de vez en cuando.
Una de esas personas, a las que hacía tiempo que no veía,
era Paco Paris, al que por cierto en su llegada a Ceuta le
dediqué un par de artículos no muy en plan de amigos. Pero,
Paco París, todo un señor, en cuanto tuvimos la oportunidad
de encontrarnos frente a frente en el Puerto de Santa María,
hablamos, nos tomamos un rebujito, y aquí paz y allá gloria.
Desde aquellos tiempos no había tenido la oportunidad de
charlar, par de minutos, con Paris. Le presenté a Jesús y en
la charla Paco París me recordó que yo era el decano de la
prensa. MI respuesta, al cargo que por derecho propio me
pertenece, no se hizo esperar. Paco tú bien sabes, que mi
opinión sobre la palabra “decano” la considero, simple y
llanamente, la marca de un coñac. Nos reímos de mi salida y
me fui con Jesús a buscar al presidente de la Ciudad, al que
quería presentar a mi amigo.
Mientras caminábamos, hacia donde se encontraba Juan Vivas,
pensé en todos aquellos que tratan de ignorar, por todos los
medios a su alcance, que soy el decano de los medios
escritos. Estas pobres criaturitas, aún siguen sin enterarse
que al primero que lo de decano le importa un bledo y el
otro también, es a mí, Como dice la juventud, paso
olímpicamente de todo eso. Y me importan tres… que quienes
deberían tenerme en consideración, por tal asunto, pasen
olímpicamente de mí persona.
Perdón, queridos lectores, me he desviado del asunto que
estábamos tratando. En fin que llegamos donde estaba el
presidente de la Ciudad Autónoma, y realicé la oportuna
presentación. Al presentarle a Juan Vivas, le dije a Jesús:
“es el mejor presidente que puede tener esta ciudad”. Y una
vez hecha las presentaciones pertinentes, me vais a permitir
que me marche, porque tengo que ver con quién me meto
mañana. Juan se echó a reír, le di un abrazo a mi amigo y
puso punto final a mi estancia en aquellos lares donde, por
cierto, tengo que decir y digo que, cada vez que acudo al
Muralla los empleados del hotel, me prestan una atención que
no merezco. Quizás sea, por esa vieja amistad que mantenemos
desde hace mucos años, cuando era cliente asiduo y, algunos
de ellos, estaban de botones. Me acuerdo de la palabra
“decano” y de los tontos que me niegan y suelto una
carcajada.
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