Quiero establecer un Pacto de
Estado en Educación! Así se pronunció hace unos días el
nuevo Ministro de Educación, por lo que se considera un
clamor, una necesidad, ante una situación educativa,
considerada por los expertos, como la mejor noticia en mucho
tiempo. Porque la problemática en nuestro país, no es de un
sistema educativo, sino de diecisiete y un poco más-
diecisiete autonomías y dos ciudades autónomas, aunque éstas
no tengan competencias educativas-. Por otro lado hay que
reconocer que se ha llegado a extremos ridículos por su
excesivo localismo, ya que en pocas ocasiones, nuestras
Autonomías se han saltado las normas del Estado y se han
aplicado criterios y normativas que no estaban previstas ni
autorizadas por las leyes.
¿Hasta cuándo para echar el freno? Veamos el despropósito de
estos últimos treinta años: en 1980, en tiempos de UCD, se
aprobaba la LOECE, la Ley Orgánica del Estatuto de Centros
Escolares; en un segundo momento, con el PSOE, la Ley
Orgánica de Reforma Universitaria (1983) y la LODE, ley
orgánica de Ordenación del Derecho a la Educación (1985) y
la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo
(LOGSE, 1990). Después, llegaría en tiempos del PP, las
Leyes Orgánicas de Universidades (LOU, 2001), y de Calidad
de Educación (LOCE, 2002). Y con el actual Gobierno del
PSOE, la Ley de la Reforma de la Ley Orgánica de
Universidades (2007) y la reciente LOE, hermana gemela de la
LOGSE. Cuenten y verán cuantos despropósitos en 30 años, en
formas de Leyes se han promulgado.
Aunque existen grandes dificultades, al ser un objetivo
primordial garantizar la libertad de los padres a la hora de
elegir la educación de sus hijos, debe ser la primera
premisa para el Pacto. Los padres no pueden estar al margen
del Proyecto, sobre todo cuando algunos sectores de la
sociedad quieren romper aún más el sistema educativo. Para
llegar a establecer un Pacto, es necesario, en primer lugar,
generosidad. Es un trabajo de muchos: de los padres y de los
profesores, también. Y a estos, con frecuencia, se les
suelen olvidar a la hora de plantear reformas educativas y,
cuando se acuerdan de ellos, no les hacen caso, teniendo en
cuenta que son ellos los que tienen que llevarlas a feliz
término. Hace falta un diseño a largo plazo y no hacer
experimentos improvisados.
Hay que tener el convencimiento de que no existe ámbito más
necesitado de un Pacto de Estado, y, además, urgente, que el
relativo a la educación. Una materia desde demasiados años,
quizás desde el mismísimo momento de la elaboración de la
Constitución de 1978, que no se ha hecho nada. Por un lado
la falta de responsabilidad institucional, la bandería
ideológica, el sectarismo de facción, la ausencia de
generosidad de miras y, como consecuencia de todo ello, una
falta de respeto a padres y alumnos situando la educación en
el furgón de cola de los Estados de nuestro entorno social,
económico y político, con quienes nos miramos y debemos
competir. Y cada vez nos alejamos más de los objetivos
fijados en Lisboa para 2010. Y la imposibilidad de nuestra
clase política, incapaz de suscribir un Pacto de Estado en
materia educativa.
Pero bien sabe el Sr. Ministro que esta “aventura” no la va
a tener fácil, porque más allá de las palabras que tantas
veces son un mar de confusiones de las intenciones, no todos
en su propio partido, ni todos en el PP van a apoyar un
Pacto que tendrán enfrente a los nacionalistas, en cuanto se
toque –y será inevitable-, lo que han consolidado como
privilegios irrenunciables, en la actualidad, la nueva Ley
de Educación de Cataluña, que anula por completo al español,
el idioma de todos los españoles.
Es conveniente resolver las desavenencias provocadas por la
aplicación de la LOE, la misma LOGSE, corregida y aumentada,
y por el polémico contenido de algunas asignaturas, como es
el caso de la Educación para la Ciudadanía.
El Informe Pisa y los pobres resultados obtenidos por un
país con el desarrollo económico de España –en estos
momentos en crisis- por las pruebas que determinadas
comunidades autónomas por el nivel que se obtiene en los
exámenes de Selectividad -en estos momentos ligeramente
mejorados- y los índices de fracaso y abandono escolar, son
suficientes muestras para, al menos, convocar el Pacto.
El progreso no sólo lo tenemos que medir en términos
económicos, sino también en desarrollo educativo y cultural.
Una sociedad más formada también será capaz de conseguir
mayores cotas en los índices económicos, pero también de ser
capaz de formar una sociedad más justa, equitativa y
sostenible.
Una reforma educativa debe pensar en los medios y en las
personas. ¿Cómo superar las situaciones de abandono de los
cursos, la violencia en clase, la profunda crisis de no
pocos profesores/maestros, la minusvaloración de los
estudios, la obsesión por el dinero fácil, la utilización de
la política de la enseñanza…? Una situación caótica, de
soluciones imposibles. Por lo tanto, que por convocar que no
quede, pero bajo mi modesta opinión, está condenado al
fracaso, antes de su inicio.
El grupo de personalidades que ya se han atrevido a
colaborar, así lo dejan entrever, por las dificultades
expuestas en esta página. Y no es pesimismo, sino el
análisis de unas realidades, que quedan al descubierto en
nuestro país. Y una vez más, ¿Por qué en Finlandia, por
ejemplo, no se producen esas situaciones negativas? La
solución no es otra que su sistema educativo no se mueve. Se
retoca lo necesario y preciso, según los avances de la
propia sociedad. No hay intereses partidistas. Cuando hay un
cambio de gobierno, no se cambian básicamente las leyes.
Aquí, sí que hay un verdadero pacto.
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