El martes pasado, Pedro
Gordillo me presentó a Rafael Jiménez Gámez, que
es profesor en la Facultad de Ciencias de la Educación.
Departamento de Didáctica, en la Universidad de Cádiz. Así
reza en la tarjeta que tengo de él.
El profesor Jiménez Gámez es nacido en Ceuta. Y su amistad
con Gordillo viene de lejos, de muy lejos, y por tanto
mantiene con éste unas relaciones que me parecieron
inmejorables. Tal es así que ambos se permitieron hablarse
con entera libertad.
Jiménez Gámez, como ya conté en la miscelánea semanal, me
dijo que como lector que había sido mío se acordaba de
cuando Gordillo no salía bien librado en algunos de mis
artículos. Cual si creyera que soy frágil de memoria o tal
vez pensara que refrescándomela podría dejarme a la altura
del betún.
Mi respuesta no se hizo esperar: nunca es tarde para que
vuelva, si así lo creo oportuno, a zurrarle la badana al
vicepresidente de la Ciudad. Bajo la mirada atenta de
Gordillo y su sonrisa de complacencia.
Y el profesor Jiménez Gámez me contestó que volvería a
leerme. Como si desde que escribo en ‘El Pueblo de Ceuta’ no
me hubiera leído nunca. Cosa rara. Porque de haber sido así,
seguramente no sabría que también en ocasiones suelo regarle
algunos ditirambos al Gordillo que elogia, en cuanto se le
presenta la ocasión, Miguel Arias Cañete. Y, desde
luego, no habría tenido el menor sentido, por parte de
Jiménez Gámez, recordarme la época en la que mis relaciones
con el vicepresidente de la Ciudad eran inexistentes.
Tras ponernos a prueba ambos, es decir, Jiménez Gámez y yo,
quise saber la opinión que él tenía de Gordillo. Y lo
primero que hizo fue recordarle al vicepresidente cierta
situación política que no viene al caso referir. Y luego,
casi de carrerilla, habló del carácter apasionado de Pedro y
destacó que solía ser muy amigo de sus amigos. Tampoco se
olvidó de airear su vehemencia y la tozudez con se emplea en
ocasiones.
O sea, que lo expuesto por Jiménez Gámez ni tan siquiera
tenia un adarme de novedad. Y es que su descripción del
carácter, acciones y costumbres del presidente del PP de
Ceuta, es la clásica etopeya que le vienen haciendo a éste
todos cuantos se deciden a enjuiciarlo. Todos lo consideran
hombre apasionado, y tan impetuoso como para mostrar a veces
un pronto brusco que desconcierta. Pero que remite en un
santiamén y da paso a lo mejor de alguien que jamás se hace
el distraído cuando se trata de ayudar a los demás.
Hace apenas nada, escribí que yo conocía a Gordillo de vista
y de oídas. Y además destacaba que, durante veintitantos
años, sólo había hablado con él en tres o cuatro ocasiones.
Y hasta declaraba que mi interés por conocerle más y mejor
comenzó cuando me enteré de que estaba pasando por un
momento difícil. Aquejado de unas dolencias que llegaron a
mantenerle en reposo, durante cierto tiempo.
Sería absurdo negar que la forma de ser y de actuar del
personaje, no merece seguimiento. Y cuanto más me preocupo
de ahondar en relación con los comportamientos de Gordillo,
hay algo que destaca sobre todo: los encuestados dicen que
jamás deja tirada a su gente, si no hay por medio evidencias
objetivas. Vamos, que cumple a rajatabla con una cuestión de
lógica en el seno de su partido.
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