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OPINIÓN - SÁBADO, 11 DE JULIO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Fiesta mediterránea
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hacía una noche deliciosa en El Parque Marítimo del Mediterráneo. Una joya de parque cuyo fin principal no debería ser cumplir cometido de piscina grande de barrio o de cine de verano. La gente acudió con prisas a participar en el 60 aniversario de ‘Chocrón Joyeros’. La fiesta, celebrada el jueves pasado, fue un éxito.

Abarrote de gente, como digo, en un escenario ideal, incluyendo a la claque, ese conjunto de personas que van a estos actos para lucir su palmito de famosos. Y que cumplen su objetivo la mar de bien. Había corrillos por todos los sitios. Y a mí me encanta frecuentarlos.

Porque las fiestas están hechas para que, al menos durante unas horas, podamos mostrar nuestras simpatías sin forzar la máquina. Todos tenemos necesidad de hablar. De participar en ese juego social donde se suceden los apretones de manos, los abrazos, los besos... Y estando de por medio la copa de vino español, seguro que el bla-bla-bla está asegurado. Y, desde luego, las palabras sentidas.

Surgen también los cotilleos y salen a relucir las intrigas de la ciudad y los dimes y diretes. Así como las mujeres muestran sus ganas de vivir. Sobre todo cuando se está en un sitio como el logrado por César Manrique. Quien, de estar vivo, no me cabe la menor duda de que vendría a decirnos que su obra estaba pidiendo a gritos mayores empresas. Miren por dónde las personas imaginativas tienen la posibilidad de demostrarlo.

A mí, como he dicho antes y otras muchas veces, me chifla intervenir en las tertulias y corros improvisados. Ya que están hechos a la medida para que se entremezclen el humor y la ingenuidad, también el desparpajo. Pues lo bueno de estas reuniones, nacidas espontáneamente para comentar, es que lo relevante consiste en transgredir civilizadamente algunas normas, como mínimo verbales. Lo cual es propiciado por el ambiente festivo y por el hartazgo que todos tenemos de querer aparentar lo que no somos. O algo por el estilo.

El jueves pasado, en El Parque Marítimo del Mediterráneo, donde se dieron todas las circunstancias deseables para que la noche fuera de muchas estrellas, tuve la oportunidad de intercambiar impresiones con quienes nunca antes me había sido posible cruzar palabra alguna. Y, como no, de ensanchar aún más mis relaciones con otras personas a las que suelo frecuentar. Anduve a gusto entre matrimonios con los que me encanta pegar la hebra. Así pues, en cuanto se me presenta la ocasión, la aprovecho. Sin el menor temor a pecar de barroquismo.

La ocasión fue que ni pintiparada para observar, una vez más, lo apasionado que es Pedro Gordillo. Apasionado y feliz, en una noche donde se le veía departir con alegría. Viviendo intensamente la fiesta dada por la familia Chocrón. Gordillo, después de su arrechucho, comprendió que su personalidad es innegociable, pero a su vez se dio cuenta de que le hacía falta revisar sus formas. Y a fe que se le nota. Y le irá mejor. Ya le va mejor. Tampoco Juan Vivas se debe quejar. Porque su crédito sigue siendo enorme.

Con el Delegado del Gobierno, cuando la fiesta declinaba, tuve la oportunidad de charlar un rato. Y me sigue pareciendo, con perdón, un tío cojonudo. Un señor que se llama José Fernández Chacón y que lleva su sencillez con una soltura que debería registrarse.
 

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