Ceuta lejos de convivir con
naturalidad su separación continental del sur de Europa por
pertenecer política, cultural y socialmente al viejo
continente aunque enclavada en el norte de África, sufre lo
indecible para mantener fluidez de tránsito entre la ciudad
y el resto del país y viceversa. El charco, ese charco que
sentimentalmente se recuerda como aquel algo estrecho que
nos une, se hace cada vez más complicado de cruzar. Los
precios, elevados para la economía familiar del no
residente, se convierten en un hándicap de grandes
dimensiones que complica, dificulta e imposibilita el
desarrollo económico de una ciudad que quiere -por su
potencial- encontrar en el turismo una fuente de
financiación de primera magnitud en el corto, medio y largo
plazo.
El hecho de que a una familia media, no residente, de cuatro
miembros con vehículo le suponga un coste superior a los 500
euros venir y volver implica una extremada dificultad de
conocer Ceuta teniendo una múltiple y variada oferta
turística tanto en la costa del Sol como en la gaditana para
decantarse sin hacer unos ‘extras’ tan llamativamente
prohibitivos.
Las críticas de la Ciudad Autónoma, y de la sociedad social
representada por el Consejo Económico y Social, la Cámara de
Comercio, la Confederación de Empresarios, sindicatos, FPAV
y el conocimiento de Delegación del Gobierno que asiste
igualmente perpleja a esta ceremonia permanente de subidas
tarifarias con lo que ello implica de negativo para el
desarrollo económico de la ciudad, han sido tomadas en
consideración por el Ministerio de Fomento a través de la
Dirección General de Marina Mercante azuzada desde la
Capitanía Marítima de Ceuta para intentar poner freno al
desaguisado. Si el coste del combustible implica elevación
de tarifas, existen medidas claras para que ello no afecte
al usuario como reduciendo el número de viajes, aprovechando
la capacidad de los ferries, así como una atención
protectora del Estado, mucho más férrea, para que no se
conculquen los derechos de sus ciudadanos y administrados.
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