Fue el sábado cuando me enteré de
que la Unidad de Intervención Rápida había intervenido en un
pub, llamado Ático, en el Poblado Marinero. Y fue gracias a
una señora que me contó lo ocurrido, la noche anterior,
mientras me desayunaba a prima mañana en la cafetería del
Hotel Tryp. La señora, que decía haber sido testigo de los
hechos, es digna de crédito. Y no dejaba de clamar contra lo
que ella calificaba de injusticia.
La señora, como lectora de este espacio, me pedía
insistentemente que opinara acerca de las desproporcionadas
medidas que esa rama de la Policía Local, creada por el GIL,
viene tomando cada dos por tres. Aseverando que cualquier
día acabarán haciendo un daño irreparable.
Tras escucharla atentamente, lo primero que le dije es que
el matrimonio que había sido agredido y vejado, según ella,
no tenía más opción que presentar la denuncia
correspondiente en la Comisaría de Policía. Y a partir de
ahí someterse a las decisiones del juez encargado de juzgar
los hechos.
Dado que el respeto a las instituciones es más que
necesario, lo que hice es no actuar a la ligera. Es decir,
ponerme a escribir sin oír otras versiones. Por más que,
como ya he dicho, la señora que me narró lo ocurrido en El
Ático, sito en el Poblado Marinero, sea de mucha
credibilidad.
Y así, poniendo atención a cuanto se ha venido diciendo
tanto en las informaciones habladas como escritas en los
medios, desde entonces, he llegado a la siguiente
conclusión: los sindicatos deberían no caer continuamente en
el tan manido y trasnochado corporativismo. O sea, la
defensa a ultranza de los suyos con o sin razón. Porque esa
postura les deja en una situación desairada. Y mucho menos
insinuar que la pareja agredida goza de trato especial en
este medio. Y que esa predilección nos lleva, más o menos, a
tergiversar lo ocurrido en El Ático.
Máxime cuando ‘El Pueblo de Ceuta’ fue el primero en
adherirse a la petición de que le fuera concedida la medalla
de oro a un cuerpo que cuenta con sobradas actuaciones
dignas de ser destacadas. Aunque nunca debe descartarse
dentro de una plantilla tan numerosa la existencia de
garbanzos negros.
Y si alguien lo desea, pues publicarlo puede causar desdoro
a una institución que respeto muchísimo, que venga a
preguntarme cómo son capaces de actuar esos garbanzos negros
cuando se ven cogidos en una mentira.
Por tal motivo, escribir sobre la Policía Local me
desagrada. En principio, porque cuanto yo diga será tachado
de parcialidad. Por razones que vienen de atrás. Y, desde
luego, porque entiendo que los policías que cumplen
perfectamente con sus cometidos son casi todos. Y que los
que se comportan de manera desenfrenada son muy pocos. Y
éstos, lógicamente, no deberían gozar de la protección de
sus compañeros ni de los sindicatos. Ya que con sus alocadas
intervenciones dañan la imagen de una institución que está
obligada a formar más y mejor a sus miembros.
En fin, que me parece muy bien que el juez encargado del
caso haya suspendido el juicio rápido que tendría que
haberse celebrado el lunes pasado, para que la investigación
procedente pueda hallar la claridad que su señoría necesita
para impartir justicia.
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