Durante unos años fui infiel a Ceuta, pero desde que volví
en 2006 cualquier excusa es buena para venir”. Juan Jesús
Melgar forma parte de la historia de los medios de
comunicación de Ceuta, un periodista curtido en mil
batallas, multimedia y devoto de la ciudad autónoma que
ahora desempeña funciones en el otro lado, la comunicación
institucional. El ejercicio de su profesión durante más de
veinte años le ha unido a nombres como Jesús Quintero,
Carlos Herrera, Ángela Rodicio, Augusto Delkáder, Manu
Leguineche y muchos más.
Aún hoy se muestra “alucinado” con el cambio experimentado
por Ceuta. “Cuando trabajé aquí en la SER el camino que hoy
va desde el hotel Tryp hasta la plaza Constitución era todo
campo”, recuerda. Según Melgar, la actual configuración de
la ciudad es fruto del trabajo de los distintos gobiernos
locales y estatales y una correcta inversión de los fondos
europeos. Fue a inicios de los ochenta cuando este recaló en
Ceuta, una época complicada por influencia de los últimos
años del régimen franquista y la transición. “Había mucha
desconfianza, nadie movía ni un ladrillo”, señala.
Las anécdotas jalonan la trayectoria de este veterano
profesional de la información. Tiene un bonito recuerdo de
su trabajo al lado de Jesús Quintero, el ‘loco de la
colina’. Fue subdirector y productor de su programa de radio
en RNE y la SER. De aquella época destaca la entrevista de
protagonista a Rafi Escobedo (relacionado con los crímenes
de los Urquijo) antes de ahorcarse. Otra interesante le
situó en pleno desierto de Libia. Allí acudió para
entrevistar al líder libio, Muamar el Gadafi: “Con sorpresa
descubrí como su cuerpo de guardias estaba formado
íntegramente por mujeres”.
Cerca de allí, aunque en clave de conflicto bélico, Melgar
acudió como enviado especial de la SER a la primera guerra
del Golfo transcurrida entre agosto de 1990 y febrero de
1991. Especial fue su forma de llegar allí. “Como no
repartieron más visados para periodistas me colé como
productor musical con una banda que iba a dar un concierto
por la paz”, sentencia. Esta treta le vino de perlas al por
entonces director de la SER, el ceutí Augusto Delkáder. Allí
se encontró con Manu Leguineche o Ángela Rodicio.
Después de volver de Kuwait Melgar tuvo una experiencia en
otro conflicto, aunque esta vez después de su finalización.
El desplazamiento le llevó hasta Ruanda, donde se produjo
una cruenta guerra civil entre hutus y tutsis. “Fue muy
duro”, precisa, “porque tuve que ver morir entre mis brazos
a una pequeña niña, ya que no había medicamentos para
atenderla”.Durante todos esos años practicó un periodismo
que, según mantiene, “ya no existe”. “El periodista de raza
es ahora una especie casi en extinción”, apunta.
Melgar se muestra escéptico ante la figura del periodista
empotrado, tan en boga en los últimos conflictos, ya que
“mata la objetividad porque se niega la dualidad de
visiones”. Según este, “ser indisciplinado es la mejor
manera de ser disciplinado con tu profesión”. Otra de las
diferencias del periodismo de guerra de ahora respecto al de
entonces reside en la presencia de las tecnologías que,
según este, “se han cargado el romanticismo”. El periodista
recuerda como por aquel entonces la auténtica odisea no era
recoger la información sino enviarla a la redacción. “Esos
tiempos ya no van a volver”, sentencia.
La experiencia que da el trabajo durante años en un medio
como el televisivo confiere a Melgar el carácter de voz
autorizada para opinar sobre el panorama actual del mismo.
No duda en afirmar que las televisiones han puesto el cartel
de ‘todo por la audiencia’ y es que “el todo vale está
funcionando”. Este se muestra crítico con la presencia de
contenidos obscenos y nada edificantes en horario de
presencia de menores ante los televisores. Melgar incide en
que debería haber una mayor tutela y control de los padres
pero lamenta: “Al final tenemos las televisiones que nos
merecemos”.
De otro lado, Melgar elogia el esfuerzo de los becarios y
les aconseja la creatividad y la imaginación como elementos
para proliferar en esta profesión. El periodismo está
difícil. Él lo tiene claro: si su hijo o su hija piensan en
dedicarse a esto les diré que cambien de idea.
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