Era el hombre del área de
festejos, exactamente su viceconsejero, que el pasado fin de
semana fallecía en nuestra ciudad.
Era un hombre joven, todavía, 63 años de edad y el ánimo y
la capacidad de trabajo como si se tratara de un chaval de
25. Pero ... un cáncer le segó la vida.
Ya hacía varios meses que no se le veía y es que se había
auto apartado de la vida pública, pensando, estoy seguro,
que había que reponerse totalmente para seguir con sus
ocupaciones.
Juan Carlos García Bernardo era un político atípico, él no
ejercía como hombre de la política, él era el prototipo del
hombre que quería llegar y llegaba a todos, lo que le hizo
ser valorado, tanto por su trabajo, como por su trato.
A lo largo del tiempo que ejerció en festejos, siempre supo
cual era su cometido, nunca esquivó el bulto en las
dificultades y su actuación la ejerció cada día en toda
regla. Sabía donde estaba, sabía el terreno que pisaba y eso
le hizo estar siempre en terreno seguro.
Ahora, con su muerte, ha dejado una auténtica marca de lo
que debe ser en Ceuta “el hombre de festejos”.
Desde meses atrás, la terrible enfermedad que, al final, se
lo ha llevado parecía que lo estaba agarrando con saña. Él,
parecía que, no se dejaba vencer con facilidad, pero ... al
final, nos ha dejado para siempre.
Durante más de seis años ha permanecido en este área, sin
que haya habido ningún mal problema en sus cometidos. Su
valedora Mabel Deu tendrá difícil poder encontrar un
colaborador y un hombre de confianza como ha sido él.
Y digo esto porque le apasionaba su trabajo, algo que hay
que resaltar, por encima de todas sus otras cosas buenas,
que eran muchas.
Quienes trataban a diario con él, hablan de un hombre bueno,
amable, cumplidor en todo momento además de que, por encima
de todo esto, era observador de todo lo que había que hacer.
Ni que decir tiene que, la noticia, aunque esperada ya, ha
caído en la Ciudad como un auténtico mazazo, lo que se ha
manifestado con un profundo dolor por la pérdida del hombre,
del amigo y del perfecto artífice de lo que había que
resolver en el área de festejos.
Su muerte ha sucedido en los instantes más inoportunos, en
vísperas de la feria que, en esta ocasión, no va a tener el
sello de García Bernardo, con lo que aquel y aquellos que
cubran su parcela, este año lo van a tener más complicado,
porque cualquier anomalía será analizada con lupa,
precisamente por su falta.
Tras la muerte de ciertas personas, se acostumbra a valorar
al fallecido, pero aquí García Bernardo había sido valorado
siempre, como lo que era:” un hombre de bien”.
Ahora, tras su muerte, se le recordará con añoranza, se verá
en él la imagen del hombre que quiso que los festejos de
Ceuta fueran cada día más llamativos y quienes han convivido
con él lamentarán cada día la pérdida de ese amigo, de ese
hombre que no dejaba nada a la improvisación.
La Ciudad ha perdido a uno de sus hombres, al hombre leal,
al hombre que estuvo siempre dispuesto a apoyar, fuera en el
momento y en la circunstancia que fuera.
Sin lugar a dudas, sus amigos no lo van a olvidar y sus
conocidos tampoco. Se ha ido un gran hombre.
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