La muerte de Carlos García
Bernardo ha dejado un vacío enorme en la viceconsejería
de Festejos. Lo que digo no está contaminado por la
sensiblería, sino que me parece una verdad más grande que la
catedral de Burgos. Y es que Carlos le había cogido el aire
al asunto y se había convertido en la persona idónea para
estar al frente de ese menester.
Como no hay dos personas iguales, resulta difícil, en estos
momentos, elegir al sustituto de quien durante muchos años
fue capaz de hacer las cosas bien. Más que bien. Y lo que es
mejor aún: nunca fue motivo de escándalo por nada y procuró
por todos los medios hacer su trabajo sin alharacas.
Carlos cumplió su cometido con la seriedad que le
caracterizaba; con humildad y sin tirar las campanas al
vuelo. Era apreciado por distintas causas. Mas había una muy
principal: siempre estaba dispuesto a que las guerras
intestinas, tan dañinas siempre, no prosperan dentro de la
parcela donde él tenía que desenvolverse.
Quien ocupe el sitio de Carlos deberá hacerlo colmado de
ilusiones y estar revestido de cualidades suficientes para
que pueda salir airoso de una tarea que García Bernardo supo
desempeñar con sosiego y sobre todo con una dedicación
rayana en el entusiasmo constante.
Y pienso que quien mejor podría incorporarse a la
viceconsejería de Festejos es José Antonio Rodríguez.
Porque es persona sencilla, cuyos conocimientos de la calle
y de los actos festivos le ponen en disposición de ser el
elegido.
Rodríguez tiene don de gentes, está habituado a transitar la
rúe, alterna con sabiduría y discreción, y además ha sabido
hacerse con las riendas de una consejería donde, al menor
descuido, los problemas se agrandan hasta convertirse en
escándalos peligrosos. Lo que indica, por más que sus
detractores no lo quieran ver, que Rodríguez no se chupa el
dedo desde que lo mecían en la cuna.
Cierto es que tanto a Juan Vivas como a Pedro
Gordillo les cuesta lo indecible decirle a Rodríguez que
deje la consejería de Gobernación. Por más que sepan que es
el hombre que necesitan para continuar el trabajo emprendido
por Carlos.
Mas deben decidirse cuanto antes. En principio, porque la
Feria está ya a la vuelta de la esquina. Y, sobre todo, para
que no siga habiendo en la viceconsejería de Festejos un
vacío de poder que propicie hábitos que luego sean de
difícil corrección. Por más que el personal de esa
viceconsejería ofrezca todas las garantías exigibles. Y
muchas más.
Ahora bien, la llegada de Rodríguez a Festejos supone que la
consejería de Gobernación, tan compleja siempre, ha de ser
encomendada a alguien con personalidad, y que goce de
saberes varios concernientes a esa ocupación. Y creo que el
Gobierno de la Ciudad cuenta con el diputado ideal para ese
cargo tan lleno de responsabilidades como complicado a veces
en extremo. Y ese diputado es Ángel Javier Díez Nieto.
Lo que no sé es si Díez Nieto -es decir, el viceconsejero de
Recursos Humanos- querrá aceptar el envite. Aunque
conociendo su voluntad de servicio y sus ganas de afrontar
retos donde dormirse en los laureles puede ser fatal de
necesidad, estoy por asegurar que dirá que sí. Y hasta me
atrevería a augurarle una buena gestión.
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