Me enteré cuando llegué la
periódico, el gerente del mismo, Ángel Muñoz, fue el
encargado de darme la triste noticia tú, Carlos amigo mío,
amigo del alma nos había dejado.
Toda una vida de lucha, venciendo en cuantas batallas se te
habían presentado, no pudiste vencer en esta última porque,
desgraciadamente, ese es el único enemigo al que ninguno de
nosotros, en esa lucha desigual, podrá vencer.
Es curioso, Carlos, cuando por la mañana me disponía a
comprar el pan, al llegar al establecimiento que dirige un
amigo musulmán, me mostró el periódico con tu foto, mientras
me decía “era un buena persona”. Quizás, con esa frase te
definió perfectamente y mostró lo que todos tus amigos y
quienes no lo son, pensaban de tu persona. Porque, tu amigo
mío, si algo tenías, que te definía como persona, es que
eras muy buena gente.
Yo, quizás porque sea tu amigo, egoísta de nuestra amistad,
definiría lo que he sentido con tu fallecimiento, con la
letra de unas sevillanas de “Los Marismeños” que dice: “Algo
se rompe en el alma cuando un amigo se va”. Porque algo se
me ha roto en el alma y no se recomponerlo. La amistad es un
sentimiento y los sentimientos no se pueden definir y, por
ello, aún es más difícil recomponerlo, cuando algo se rompe
en ese sentimiento.
Han sido tantas las cosas que hemos compartidos, durante
años, que los recuerdo se me agolpan en el cerebro, donde no
consigo poner orden para seleccionar alguno de ellos.
Recuerdo, Carlos, cuando me llamaste para decirme que te
habían hecho Viceconsejero de Festejos. Tu ilusión, mientas
me lo comentabas era tan grande que conseguiste ilusionarme
y a punto estuve de decirte que sí, a tu propuesta. Pero no
podía ser, te di mis explicaciones y lo entendiste
perfectamente. Los años no pasan así coma así, y ya no me
sentía con fuerzas, para subirme al “madero” durante nueve
horas.
Te desee toda la suerte del mundo en tu gestión que, por
supuesto, sabía que sería de entrega total a la labor que te
encomendaban. Amabas demasiado a esta tierra para no dar, en
esa misión lo mejor que tenías, entregándote en cuerpo y
alma a hacerlo de forma impecable.
Quisimos poner el listón muy alto e hicimos unas gestiones,
que no culminaron por no tener un aforo para veinte mil
personas. Puesto que los emolumentos eran lo de menos
gracias a nuestra gestión. No pudo ser y bien sabes que lo
lamentamos.
Se acerca el día de la Patrona y aunque rociero de corazón,
jamás olvidaba a tu Virgen de África. Esa virgen morena que
tanto amabas, y con la que te volcabas cuando se hacían los
festejos patronales en su honor.
Se que desde donde te encuentres, amigo mío, que será sin
duda alguna en el lugar de los justos contemplara, con
satisfacción su procesionar por nuestras calles y en
silencio le lanzarás un piropo. Y volverás la Rocío, a ver a
la blanca paloma, porque los hombres con tú, han dejado una
huella indeleble a su paso por la Tierra.
Te dije adiós, amigo mío, viendo a Puri destrozada, pero le
digo igual que a ti, tú siempre estarás entre nosotros. Un
abrazo.
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