Malika está separada y tiene cuatro hijos. Nació en El
Principe y se enamoró de un hombre que enfermó a causa de la
droga. Robaba la comida de sus hijos para aplacar el mono y
les pegaba. Tras separarse, inició la lucha por sobrevivir
en solitario y poco después su exmarido fallecía presa de la
jeringuilla. Ella se quedó con una pensión por minusvalía de
430 euros y nunca imaginó que tendría que acudir a recoger
comida a una iglesia para criar a sus hijos. Todos estudian.
El mayor Derecho y habla de ellos con tanto orgullo como el
que se tragó para procurarles esa educación. Entrega su
cartilla al responsable de Cáritas de la Iglesia de San
José, recoge varios litros de leche, pasta y cereales y
agradece con una sonrisa esa solidaridad a la que no acaba
de acostumbrarse.
Ella es una de las 60 personas que ayer se acercaron a la
iglesia a recoger la ayuda que la entidad reparte
mensualmente para “ayudar a nuestros vecinos que aunque no
se crea, muchos no tienen ni para comer”. Javier González es
el director de Cáritas de la parroquia. Lleva más de 15 años
escuchando historias descarnadas de personas sin suerte que
siguen adelante y sonriendo a la vida. Nora tiene 80 años,
su casa está en ruinas y cuida de una hija y dos nietas. No
falta a la cita y está convencida de que “vendrán tiempos
mejores”.
Lo misma opina un joven de 38 años, trabajador pero con un
sueldo mísero cuando ingresa 700 euros mensuales y paga un
alquiler de 500 además de sacar adelante a tres niños. “Por
mis hijos hay que aguantar lo que sea y toda ayuda es bien
recibida”, explica. Mujeres, hombres, jóvenes o mayores,
nadie está exento de la necesidad. Si bien es verdad que el
perfil predominante de la lista que Javier tienen sobre la
mesa en la que sella las cartillas es el de una mujer
marroquí separada y con hijos. Bataul es madre soltera.
Nació en Tánger y su expareja la maltrataba. Llegó a Ceuta
embarazada como una vía de escape a la muerte. “Allí no me
podía quedar porque podía matarme. Aquí estoy segura y crío
a mis niños. Trabajo de vez en cuando como peluquera y un
hombre bueno me ofreció una habitación en su casa y a cambio
le ayudo a limpiarla y cocino”. Sonríe y da las gracias. El
director de Cáritas la conoció justo cuando llegó. “Lo ha
pasado muy mal pero ahí está, saliendo adelante y sin parar
de sonreir.”.
Una pegatina en los paquetes de alimentos indica que
pertenecen al Plan Estatal del 2009 de ayuda a las personas
más necesitadas. A esta aportación se une la de los cepillos
recaudatorios del primer domingo de cada mes y la
solidaridad de todos los que quieren aportar algo. España es
un país solidario. Los hechos lo demuestran , pero Javier
considera que “si la gente fuera realmente consciente de que
existen muchas personas cerca de nosotros que atraviesan
estas situaciones la ayuda sería aún mayor”. El director de
Cáritas de San José cree que “vivir de puertas para adentro
hace que estas realidades sean invisibles para mcuhos, pero
aquí están y hay que tomar partido para resolverlas”. A su
lado otra de las beneficiarias le dice que merece un premio
y que su labor durante tantos años “es imposible de
recompensar”. Ella ha acudido con su madre y el carro de la
compra vacío para llenarlo con la comida solidaria, Su padre
falleció y viven con otra hermana más. No tienen ingresos,
tan sólo 150 euros mensuales que les otorga Asuntos
Sociales. Ella trabajó en el Plan de Empleo y sigue buscando
trabajo pero no hay suerte. Está desesperada y bromea
diciéndo que sólo le queda casarse “con un hombre rico”.
La realidad está ahí: la crisis ha aumentado las necesidades
de los que menos tienen pero el momento más preocupante fue
hace un par de años con la subida de las hipotecas. “La
gente no podía pagarlas y aumentaron notablemente las
peticiones de ayuda, ahora parece que bajan pero muchos
vienen porque la hipoteca se come la mayor parte de sus
ingresos”.
Tanto a Javier como a los voluntarios que le ayudan en su
tarea, estos años de trabajo interesado tan sólo en ayudar a
sus vecinos les han enseñado algo: que es una lotería tener
trabajo y tener casa. Que hoy son ellos los que hacen fila
para pasar a recoger unas bolsas con comida y poder llegar a
fin de mes sin morir de hambre, pero que mañana “podríamos
ser todos”. Y que no hace falta irse lejos para ver
miserias. Los que acuden a recibir la ayuda hablan sin
tapujos. La pobreza solo existe en aquel que se siente
pobre. La vida no les sonríe ahora y el dinero no es tan
importante. “Siempre hay una mano que te ayuda”, explica
Bataul mientras sonríe mirando a su hijo. “No hay que tirar
nunca la toalla porque la suerte puede venir en cualquier
momento y hay que estar preparado para atraparla y no dejar
que se suelte”.
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Cruz Blanca pide solidaridad a los ceutíes
al atravesar una situación “muy complicada”
Su situación es “extremadamente
complicada” más aún desde el incendio de las cocinas en la
casa familiar que Cruz Blanca tiene en el Príncipe Alfonso.
Por ello, los hermanos franciscanos han solicitado la ayuda
de todos los ceutíes para poder seguir adelante con su
función. Cuatro meses y un gasto de 180.000 euros para el
catering que sigue dando de comer a las más necesitados es
una inversión que no pueden seguir afrontando. Por ello han
puesto toda la carne en el asador para buscar nuevas
fórmulas de financiación. Una de ellas, será la cena
benéfica del próximo 25 de julio en la que se realizará una
subasta benéfica con objetos cedidos por deportistas,
actores y cantantes del país. Han abierto una cuenta
corriente en La Caixa y solicitarán ayuda a los empresarios.
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