No recuerdo cuándo fue la última
vez que Fernando Jover pasó por esta galería de mis
personajes más estimados ni tampoco haré la menor intención
de mirarlo, pues con él no me importaría la repetición, ya
que Fernando se merece la insistencia del homenaje. Aunque
el homenaje no sea para celebrar algunos de eso premios que
le conceden, cada dos por tres, al hombre que tiene unos
apellidos que habría que anunciarlos a voz en cuello a su
entrada en cualquier fiesta.
Se imaginan ustedes al muchacho que tenga la mejor voz en
Radio Televisión Ceuta anunciando la llegada de Jover a
cualquier acto: Y ahora, señoras y caballeros, hace su
entrada don ¡Fernando Jover Cao de Benos de Les!...
Quedaría tan bonito: no sólo por esos apellidos que parecen
salidos de los interiores de un castillo habitado por señor
feudal –de ahí lo que gusta Fernando de todo lo militar-,
sino por lo bien que vocalizan algunos muchachos de esa
televisión que, con voces graves y hondas, han sido capaces
de cantar al presidente de la Ciudad un cumpleaños feliz a
la altura de los mejores conocidos. Lo que yo hubiera dado
por haber asistido a semejante acontecimiento.
Verás, Fernando, el que yo vuelva a dedicarte esta columna
se debe a varias cosas: primera, porque me encanta hablar de
ti; segunda, porque he leído tus declaraciones en este
periódico sobre la cantidad de alumnos que se han
matriculado este año en la Universidad de la que eres
director desde que Juan Vivas comenzaba a dar sus
primeros pasos como funcionario. Cantidad que se mete por
los ojos. Y tercera: por lo bien que te ha quedado
recordarnos de qué modo tan brillante se ha ido cumpliendo
el programa de actividades en el Centro Asociado a la UNED
en Ceuta.
Pero lo que más me ha gustado de esa información cubierta
por David F. Pascual, es el siguiente párrafo: “El centro
asociado sigue estando conectado con Hispanoamérica y a
pesar de que no se han podido hacer desplazamientos sí se ha
acogido a profesores de Perú y Colombia”.
Frase que habrá pasado inadvertida hasta el punto de que
pocos, por no decir ninguno de los lectores que hayan
accedido a esa página, se habrán dado cuenta de la nostalgia
que encierra semejante aclaración. Pero uno, que cree
conocerte a fondo, Fernando, sabe que tus viajes a tierras
americanas te han servido siempre para rejuvenecerte. Para
que regresaras, sobre todo de tu México lindo, convertido en
un señor distinto. Un señor con ciertos aires como de
artista consagrado que ha alternado en los mejores sitios y
bebido tequila entre exclamaciones de hombría y disparos al
aire. Y, claro, te lamentas de haber faltado a tu cita
americana.
Y me da por pensar lo mal que lo tienes que estar pasando. Y
me pongo en tu lugar. Puesto que a ciertas edades lo más
saludable es poder hacer lo que a uno le dé la gana. Y si tú
viajando a México, un suponer, notas que tu cuerpo te pide
marcha y dejas que éste se desboque como animal en celo, y
encima te sienta de maravilla -o sea, que hasta te
desaparecen los alifafes-, yo que tú me daba el piro cuanto
antes.
Aunque no pudieras en esta ocasión justificar los gastos.
Qué más da... Porque, si bien me consta que eres muy
espléndido, tengo la impresión de que tus dineros no son
pocos.
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