Bajo la protección de la patrona cientos de amigos y
familiares del que fue durante seis años viceconsejero de
Festejos de Ceuta, se congregaron para darle el último adios.
El cáncer le venció en la plenitud de una vida dedicada a su
ciudad tal y como expresaron todos los que le conocían
cuando supieron la noticia. Una entrega solidaria y noble
por repartir alegría en todos los rincones en los que
Festejos ayudaba a mantener las tradiciones lúdicas y
festivas. Con gran dolor, sus familiares y representantes de
todos los estamentos sociales de la ciudad se desplazaron
hasta la iglesia para fundirse en el duelo por “un hombre
entrañable, amigo, bueno y sin enemigos”.
Un hombre comprometido
Durante la ceremonia del funeral, el vicario general,
Francisco Correro Tocón, tuvo palabras de ánimo para
recordar a Juan Carlos García Bernardo como un “hombre
bueno, político y comprometido con todo lo que asumía”. Pero
sobre todo, tuvo palabras de esperanza recordando que “su
enfermedad no termina con la muerte”. El vicario apuntó al
descanso eterno que mantendrá la llama de su vida viva en el
recuerdo de todos sus seres queridos. Muy especialmente en
el recuerdo de su esposa, muy querida también entre los
ceutíes y para la que hubo palabras de aliento durante la
ceremonia: “Puri, no seguirás sola y el señor te dará fuerza
para cicatrizar esa herida. con la ayuda de tu marido que
estará en el recuerdo y te dará estímulos y luz en la
obscuridad”. Las escenas de dolor durante el sepelio han
sido continuas y no faltaron los corrillos recordándole con
cariño y lamentando el duro tramo final que tuvo que sufrir
pero que no hizo que perdiera la sonrisa y su carácter
afable en ningún momento.
Sus compañeros de partido no quisieron dejar sola a su viuda
y a su familia e hicieron piña junto a otros miembros
políticos de la ciudad “porque se lo merecía y siempre dió
ejemplo de buen carácter y de ser muy noble”. Varios
miembros del equipo del gobierno se vieron rebosados por la
emoción. Demasiados recuerdos, demasiado compartido y
“demasido buena gente”.
Entre los pésames, muchos de las Casas de Ceuta de la
península con las que mantenía él los vínculos entre la
Ciudad y estas entidades en múltiples ocasiones. Y en el
santuario de la Virgen de África, cientos de vecinos, cada
uno con una historia siempre poniendo de manifiesto la
honradez de un hombre llano, simpático y sin maldad que
hacía lo que podía “para ayudar al que se lo pedía”. En un
lugar preferente del templo, no faltaron sus hermanos de la
Virgen del Rocío, entidad que ayudó a fundar para aunar a
los ceutíes rocieros y reunirlos cada año en romería rumbo a
Almonte.
Un día de luto oficial con las banderas de la ciudad
ondeando a media hasta no han sido suficientes para todos
los que le querían. “Siempre se van los buenos”, se oía en
cada rincón tras finalizar el funeral. Pero se fué cantando,
tal y como reza en la esquela que encargaron sus compañeros
de la Asamblea: “Gracias le doy a la Virgen, gracias le doy
al Señor, porque entre tanto rigor y habiendo perdido tanto,
no perdí mi amor al canto ni mi voz como cantor”.
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