Ministerio del Interior, Madrid.
Todo son sonrisas y facilidades de contacto.
Sólo acudo para inscribir una organización en el registro
del mencionado Ministerio y la amabilidad de extiende,
además de los funcionarios que me atienden, a las fuerzas de
seguridad que rodean el edificio.
Como la capital del Reino parece un horno donde las hogazas
se van asando lentamente, decido cortar por lo fresco y
acudo a la oficina de los ferrocarriles para cambiar el
billete de regreso a mi casa… ¡¡mi casa!! como decía el
conocido ET de Spielberg.
Tengo suerte y consigo cambiar por uno del AVE, sólo que en
preferente lo que me lleva un buen pico.
Cobijado bajo el frescor del privilegiado Club de los
viajeros ferroviarios de lujo, espero las dos horas que
quedan para la salida del tren.
En esa espera ojeo la prensa y descubro que nuestro
vicepresidente ceutí, además de presidente local pepero,
quiere hacer de su capa un sayo y sacarse de la manga unas
exigencias que, por su naturaleza, resultan estentóreas.
¿Cómo se atreve a exigir a nuestro Gobierno lo que exige?
¿Cómo quiere forzar a que cumpla los seis puntos que su
partido, el PP, contemplaba en su programa electoral
europeo?
Que yo sepa, las elecciones eran para Europa, no para España
y ahí creemos que se le sube el moro a la coronilla.
¡Qué impaciencia! ¡Qué prepotencia! ¿Por qué no espera a que
su partido gane las elecciones generales del país? Así podrá
poner en práctica esos seis puntos de propaganda.
Lo que resulta incongruente salta a la vista. Los seis
puntos no son socialistas ¿verdad?, entonces cómo quiere que
el Gobierno los lleve a cabo. Si después dirán que se los
han robado.
Bueno, empiezo a calentarme como en mis tiempos de
futbolista. Llevado al teclado, desde luego.
Refugiarme en mi despacho, con el aire frío circulando
libremente impulsado por las palas del aparato refrigerador
me llena de gozo. Salir del AVE, tras tres horas de viaje, y
correr en llana estampida hacia mi casa no lo cuento.
Simplemente porque me quedé dormido.
Mientras, se siguen inventando Días Mundiales de las cosas.
Por ahora van a celebrar el Día Mundial del Lavado de Manos…
será por los que se lavan las manos ante los problemas que
se presentan en la sociedad.
Cuando iba y regresaba, a pie hacia y desde la estación del
tren, pude observar a muchos desocupados y ello me induce a
tratar de proponer el Día Mundial de los Vagos.
Son un colectivo cada día más numeroso que deberían llevar
el apodo de “trabajadores tóxicos” porque con esa actitud
negativa son capaces de contaminar y destrozar el clima
laboral con sus bajas laborales injustificadas, con sus
salidas entre horas para atender asuntos personales… solo
tienen una fijación: vivir del paro. Lo malo de todo eso es
que muchos tienen trazas latinoamericanas con pizcas de
asiáticos diseminados en intentos de pasar desapercibidos.
Los indígenas catalogados dentro del colectivo que menciono
en el párrafo anterior son demasiado conocidos por todos.
Sabiendo quiénes son ya tenemos la previsión delante ¿No?
Como le prometí a mi hijo pequeño que al regreso lo llevaría
a la piscina, me veo en la tesitura de terminar este
artículo ante la tenaz insistencia del chico. Aunque la
verdad es que yo también estoy deseando entrar en contacto
con las frescas aguas del recinto cubicular y permanecer
sumergido el tiempo que sea necesario para rebajar estos
calores que me queman la coronilla, de donde van
desapareciendo, sin prisas y sin pausas, los pelos que
tenían la obligación de protegerla.
Hasta mañana, si no surge un imprevisto a los que ya me
estoy acostumbrando.
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