Noche del lunes, asiento de
preferente del tren Estrella en malas condiciones, no para
de traquetear más que el propio tren. Mucho me pesa haber
escogido este medio de transporte que me conduce a los
madriles, pero no había plazas en los trenes AVE.
Estoy escribiendo a la vez que viajando. No es una
experiencia nueva, desde luego, pero sí lo es que lo haga en
un vetusto convoy que a estas alturas del siglo XXI debería
reposar en una sala del museo ferroviario. ¿Qué le vamos a
hacer?, espero que la vuelta sea en otro medio porque de
principio ya me siento incómodo. En el asiento de delante se
acomoda un señor que se mueve más que un gato escaldado y en
el asiento de atrás del mío se sienta una señorita robusta,
joven, de no más de 20 años, que no para de dar patadas al
respaldo del mío.
Estoy en la parte de la derecha, según la marcha del tren,
donde corre una sola columna de asientos, la mayoría
deteriorados en su sistema de inclinación. A la izquierda
corren asientos en dos columnas, ocupados en su mayoría por
gente venida del otro lado del océano Atlántico y algunos
europeos de los de alpargata y mochila, que no han tenido
más remedio que desembolsar más euros de su cuenta
presupuestaria porque no hay plazas en turista.
De momento paso las horas de traqueteo en traqueteo con
intentos de acertar el teclado a la primera. No vean como se
mueven estos asientos que otrora eran el orgullo de la flota
renfeniana.
Este tren que me lleva a Madrid es nocturno, sale de
Barcelona a las 22:20 y llega a Chamartín a las 07:21 del
día siguiente, según reza el billete que he adquirido a
través de la ventana de las tres w, léase Internet.
Al menos en eso de la expedición de billetes están
adelantados los de RENFE. Con simples clic’s al teclado del
PC ya tenemos los billetes en nuestro bolsillo. Sin
necesidad de desplazamientos engorrosos ni colas de espera.
Sólo hay que tener conocimientos rudimentarios de navegación
internetiana.
Bueno, simplemente que el Estrella parece un suplicio de
Tántalo para las narices. Lo digo porque algunos pasajeros
no tienen recato a la hora de descalzarse y colocar sus
“olorosos” pies por encima de los asientos con lo que el
tufo del vagón huele a quesería resentida.
Dormir, lo que se dice dormir es imposible. Entre traqueteo
y olores pasa la noche más lenta de los últimos tiempos en
referencia a viajes.
Un gozo las paradas del tren en Tarragona, Zaragoza y
Guadalajara. Me dan tiempo para respirar el aire puro
nocturno y pegar caladas al cigarrillo con lo que el aire
puro se carga de nicotina. Pienso seriamente dejar de fumar,
veremos. Ya va el cuadragésimo intento.
En Madrid me esperan en el Ministerio del Interior, será
cuestión de afinarse el parafraseo diplomático. Acudo a que
me den la aprobación a una Sociedad de la Información que
acabo de crear. Espero que no pongan pegas.
Mañana nos vemos en esta ventana y para entonces ya tendré
una experiencia más que narrar a mis nietos.
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