Hace ocho días que escribí sobre
la parte oscura de la Expoceuta ’09. Pues bien, desde
entonces no han sido pocos los lectores que me han venido
preguntando si, como prometí, fui a sondear la opinión de
Guillermo Martínez y de José Marías Campos,
acerca de los rumores negativos que circulaban de la Primera
Feria Multisectorial de comercios e industrias y primer
salón del automóvil.
Rumores basados en lo de siempre: en los posibles arreglos
que hubiera generado la exposición. Porque la gente hablaba
de varias personas que podrían haberse aprovechado de las
circunstancias. Vamos, que no habían tenido el menor reparo
en aceptar regalos. Y que el acontecimiento, celebrado en el
Parque Deportivo Juan Carlos I, había servido para darle una
alegría a la faltriquera de algunos espabilados.
A quienes querían saber si, al fin, tenía ya en mi poder las
respuestas del Consejero de Economía, Turismo y Empleo,
Martínez, y del presidente de la Asociación de Consumidores
y Transportes, Campos, les respondí que no. Incluso les
hablé con franqueza: ni siquiera he ido a pedirles que me
reciban. Es decir, que no he cumplido con mi palabra dada
por escrito. Así que lo siento.
Y a todos esos lectores se les calcaba en la cara, en un
santiamén, la decepción. Se sentían desencantados. Y me
miraban de manera que percibí que podían haber comenzado a
dudar de mí porque les había defraudado. De modo que traté,
en algunos casos, de explicarles el motivo que me había
impedido visitar a Martínez y a Campos.
Lo primero que hice es decirles que el rumor es noticia no
confirmada que circula entre la gente. Según la segunda
acepción del diccionario. Y les expliqué a los
interlocutores que no me agradaba basarme en murmuraciones,
cotilleos, comadreos, etc, como tarjeta de presentación para
sentarme ante quienes están capacitados para ponerme al
tanto de si en la Expoceuta ’09 habían obtenido beneficios,
bajo cuerda, varios trincones reconocidos. O sea, trincones
con pedigrí.
Mas uno de los lectores, una vez que había aguantado mis
excusas, no tuvo el menor inconveniente en darme su opinión:
-Verás, Manolo, conmigo no tienes por qué
justificarte. Pues me sé de memoria que no es fácil tu
tarea. Ya que mucho haces con lo que nos cuenta en
ocasiones. Aunque me vas a permitir que te diga lo
siguiente: si yo hubiera sido Martínez o Campos, nada más
leer tu columna, esa que escribiste cuando la Expoceuta
estaba finalizando, sin dudarlo te habría llamado
inmediatamente. Para poner las cosas en su sitio. Porque
ahora, por más que tú quieras ayudar a la causa de ellos, la
gente desconfía. Se muestra recelosa. Y puedo asegurarte
que, difícilmente, la vas a convencer de que en la
exposición algunos no hayan hecho caja por arte de
birlibirloque. Lo que se dice por la cara.
Ante tanta claridad, no tuve más remedio que claudicar. Que
reconocerle a mi lector su acierto en la respuesta que me
había dado. Y mejor aún: terminé diciéndole que su opinión
le vendría la mar de bien a Campos y a Martínez. Con el fin
de que cuando surjan nuevos rumores, en otras parcelas que
ellos manejan, no duden en salir a la palestra cuanto antes
para fumigarlos.
|