Se sigue implacablemente, por
parte de los responsables de la circulación, el control del
alcohol entre los conductores.
Es algo que, bien llevado, puede hacer disminuir en gran
manera los accidentes en carretera y en ciudad, en la
Península y en Ceuta.
Particularmente, es posible que por no ser bebedores, hemos
dicho en más de una ocasión que la tolerancia cero en este
asunto eliminaría un gran porcentaje de los percances que
suelen darse más veces de las deseadas, en la vía pública.
Y es que, en muchas ocasiones, inconscientemente hay quien
tras haber bebido una “copichuela” y después de esa otra, se
pone al volante de su coche, al considerar que está en
plenas facultades para poder circular sin peligro.
Para otro tipo de actividades sí que lo estaría, para
conducir es un peligro, en potencia, y hay que atajar la
conducción de personas en esas circunstancias, para evitar
más de un accidente, en el que cualquiera, sin haber
participado en esa “mini juerga”, se puede ver envuelto.
Veo que un conductor y su vehículo se empotró, hace unos
días, entre dos coches que estaban aparcados en plena vía,
pero en un lugar adecuado para ello, con lo que el que se
empotró parece que por despiste, por correr más de la cuenta
o por no dominar el volante de su coche, ocasionó el
percance.
La hora no era de las que suelen tener mucha circulación,
las 6 y media de la mañana, de un día cualquiera, una hora
en la que el que está en la calle lo está por necesidad o
por el placer de pasear, no por muchas otras razones, salvo
porque hubiera trasnochado o por haber tenido que madrugar
más de lo normal.
La Policía Local, que a esas horas, como a todas las demás,
estaba de servicio, llevó al conductor a Comisaría.
El accidentado, que a su vez causó otros accidentes a
vehículos estacionados, dijo a los agentes del orden que
volvía de trabajar y fue entonces cuando no pudo hacerse con
la recta marcha de su coche.
Algo muy raro y todavía más al insistir una vez más que a
esas horas regresaba a su casa tras cumplir con su turno en
el trabajo. Es su palabra.
La policía detectó claros síntomas de que este conductor
había ingerido alcohol y la tasa que dio fue de 0,79. Es lo
único que puede afirmarse con toda seguridad, fuera o no el
motivo del golpe hasta empotrarse entre los otros dos coches
que estaban perfectamente aparcados.
Naturalmente, el conductor del vehículo fue presentado,
junto con el atestado, en Comisaría y a partir de aquí ya
seguirá su curso la tramitación de lo sucedido y que a nadie
debe agradar, pero muy especialmente a los dueños de los
vehículos que estando bien aparcados, fuera por imprudencia,
por exceso de velocidad o por lo que fuera, se han
encontrado sin coche o con él para llevarlo al desguace.
A esa hora, al alba, si los elementos con los que se hacen
las muestras del control de alcoholemia están en perfecto
estado, nos parece raro que una persona pueda asegurar que
viene de trabajar, exclusivamente, porque de ahí saldría
sereno, salvo que en medio del camino hubiera un lugar
abierto para “quitar la sed producida en el trabajo”. De lo
contrario, no encaja que tras seis, siete u ocho horas en un
trabajo normal se salga con una tasa así. Es lo que parece.
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