La reciente detención por los
servicios de seguridad marroquíes de cinco presuntos
terroristas “yihadistas”, tres de ellos de nacionalidad
española reconocía ayer la MAP, vuelve a poner en entredicho
la vinculación de la religión con el terrorismo, así como el
papel que está representando Ceuta. Claro que el terrorismo
no tiene color ni etnia, pero así como de la banda mafiosa
ETA puede decirse que es un terrorismo “vasco” (aunque
vascos mal paridos como los etarras sean una minoría), al
terrorismo en nombre del Islam bien puede adjetivársele como
“islamista”, si bien la mayoría de los musulmanes estén no
solo alejados del mismo, al que repudian, sino que encabezan
la lista de víctimas. Por el contrario, si bien los
activistas del IRA son católicos, no cabría en este caso
hablar de “terrorismo católico” puesto que éstos no asesinan
en nombre de Dios, sino en el de la patria, así pues, no
puede extrañar que hablemos de un “terrorismo irlandés”.
Ya sé que “yihad” significa también esfuerzo y que,
teóricamente, debe diferenciarse entre “ “gran yihad” y la
“pequeña yihad”, pero la expansión del Islam estuvo
directamente relacionada con el esfuerzo guerrero y, de ahí,
no es fácil para ciertas corrientes saltar al “yihadismo
terrorista”, como estamos viendo en este siglo, si bien sus
raíces doctrinales son ciertamente antiguas. Así, la “Yihad”
entendida bélicamente (que es lo más normal), formaría parte
de las seis columnas del Islam para el Khariyismo, la
tercera corriente ideológica del Islam detrás del Sunnismo y
el Shiísmo y que tuvo gran predicamento en su momento en el
Maghreb. En el plano actual, podemos distinguir tres
momentos: el “yihadismo revolucionario” de la década de los
setenta, el yihadismo internacionalista” a partir de 1980
(ejemplificado en los talibán afganos y su lucha contra la
URSS) y el “yihadismo global” desde 2001, que tendría como
paradigma a la red de “Al Qaïda” (La Base), Doctrinalmente
el “yihadismo” se sustentaría, entre otros autores, en las
obras del jordano-palestino Abdallah Azzam (1941-1989),
vinculado a los Hermanos Musulmanes y los egipcios
Abdelsalam Fárach (muerto en 1982) y el médico Al-Zawahiri
(posiblemente el cerebro en la sombra de Osama Ben Laden),
por no hablar del precedente que supuso alguna de las
oscuras obras de Qutb. La recuperación de Al-Andalus, la
antigua España musulmana, forma hoy cuerpo doctrinal de las
reivindicaciones yihadistas. De Ceuta y Melilla, ¡qué les
voy a decir!. De ahí que sonoras torpezas, como la cometida
en su momento por el Primer Ministro marroquí Abbas El Fassi
comparando la “ocupación española de Sebta y Melilia” con
Palestina, enturbien el debate y sirvan como excusa para
alentar el yihadismo terrorista. Hay “trampas”,
peligrosísimas, en las que un maduro y avezado político como
Abbas El Fassi no debería haber caído. ¿Lo peor?: no hubo
queja o réplica por parte de España.
En la edición francesa del noveno número (correspondiente a
julio y agosto) de la revista NewAfrican, que tengo ante mí,
se encuentra entre las páginas 6 a 16 un interesantísimo
reportaje sobre “El Islam del Tercer Milenio”, en el que se
pasa revista al renacimiento del pensamiento musulmán, una
nueva lectura o interpretación del Corán y temas sociales
como el tabú de la virginidad. Pueden encontrarlo si pasan a
Marruecos en cualquier puesto de prensa y cuesta solo 20
dirhams (menos de 2 euros). Léanlo y rúmienlo, merece la
pena tanto si son musulmanes como si no. De nada.
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