La arquitectura de Álvaro Siza es alegría para los sentidos
y un estímulo para el espíritu. Cada línea, cada curva están
colocadas con habilidad y seguridad”. Así lo declaró el
jurado del premio Pritzker, el ‘Nobel’ de la arquitectura,
en 1992, al seleccionar al más famoso arquitecto de Portugal
para otorgarle el prestigioso galardón, que concede la Hyatt
Foundation de Chicago. Álvaro Joaquim Melo Siza Vieira (Matosinhos,
1933), que vio construida su primera obra en 1954, ha
acumulado a lo largo de medio siglo de actividad los más
importantes galardones y se ha ganado el respeto de muchos
colegas que lo consideran el último de una estirpe de
“elefantes blancos”, un arquitecto que comenzó su carrera en
las filas del modernismo, heredero de celebérrimas figuras
como Mies Van der Rohe o Le Corbusier, y ha terminado por
considerarse incalificable, pues ni a él mismo le parece que
pueda hablarse de un “estilo” general en su obra. Rafael
Moneo, uno de los grandes que reconoce la deuda con Siza, al
que ha seguido -dice en las ‘Conversaciones con Siza’, del
periodista Valdemar Cruz-, “con admiración y respeto”, que
entre las principales virtudes del portugués están la
comprensión del lugar, la capacidad de trabajar “con una
extraordinaria economía de medios y con extrema
sensibilidad”, y que “domina la escala, es preciso en el
diseño, se recrea en los espacios y, además, es capaz de
hacer de su arquitectura un ejercicio poético”.
Su obra en Ceuta
Entre los cientos de lugares del mundo en los que Siza
dejará su impronta se encuentra Ceuta, que en su Manzana del
Revellín verá reflejada parte de esa poesía, pues, a pesar
de los cambios experimentados respecto a su proyecto
original, el arquitecto no ha abandonado a su hijo y, a
pesar también de que como él mismo cuenta, cada vez le
cuesta más viajar, acude a la ciudad de forma periódica para
seguir el desarrollo de la obra. La próxima vez será, de
cumplirse sus previsiones, mañana. No son pocas las veces en
que ha declarado que el arquitecto no es más importante que
sus edificios y quizá por ello no parecen afectarle los
vaivenes que factores externos causan a veces en proyectos
arquitectónicos de autor. Él persevera, como ha hecho con la
Manzana y porque la inteligencia y obstinación son, según su
propia familia, dos de los rasgos de su carácter.
Siza no parece sufrir los envites de la soberbia o la
vanidad y, de hecho, no le gustan las entrevistas, y es de
los pocos arquitectos de su nivel que no tiene una página
web que difunda su trabajo en el medio de información más
utilizado de nuestros días. “La mayoría preferimos el
anonimato a la fama” -dice convencido en un pequeño
reportaje del ‘Biography Chanel’, precisamente en internet’-,
para explicar que no obstante “algunas profesiones llevan
implícita esa notoriedad pública, como la de un actor de
cine, un artista o un político”. “Pero no creo que haya
muchos datos biográficos míos, ni que mi vida sea demasiado
interesante, porque se restringe a mi vida profesional”,
asevera.
En su obra figuran algunas que han dejado marca en
compañeros de profesión como Frank O. Gehry, que sobre su
Iglesia de Marco de Canaveses, situada a 40 kilómetros de
Oporto, asegura que es “extraordinaria, una pieza de
arquitectura serena y poderosa que no se inspira en nada ni
en nadie”. Él, por su parte, afirma inspirarse en el entorno
sobre el que trabaja y, según testigos directos de su
llegada a la ciudad, el 12 de diciembre de 1997, eso hizo
precisamente entonces, impregnarse de la luz, el paisaje y
las formas arquitectónicas de Ceuta, observar a sus gentes,
interesarse por su historia, su patrimonio. Algunas de las
primeras fotografías que se le hicieron en la ciudad lo
muestran lápiz en mano, dibujando, algo que según sus
biógrafos, ha hecho desde niño y que aún hoy continúa siendo
una de sus costumbres más “compulsivas”, parecida a la que
le lleva a encender un cigarrillo tras otro. “Su mano mide y
dibuja con una sugestiva combinación de sencillez y
plasticidad”, dice Javier Arnáiz, arquitecto de la Ciudad y,
por tanto, seguidor de todos sus pasos desde su desembarco a
este lado del Estrecho. Este compañero de profesión y de
punto de vista, explica en su trabajo ‘Visiones para el
Revellín’, realizado para las Jornadas de Arquitectura y
Urbanismo del Instituto de Estudios Ceutíes (IEC), que la
aproximación de Siza al terreno “atravesando las calles”, le
permite diversos acercamientos al papel activo de la luz”.
“Calcula distancias, capta la proporción áurea de la vida
ciudadana y el sudor del pasado con su tupida red de
relaciones internas, resonancias y reflejos”, relata Arnáiz,
para concluir que es el dibujo “su instrumento clave para el
desvelamiento y para clasificar y plasmar el equilibrio de
fuerzas con el entorno”.
Ese proceso le llevó a crear la ‘Manzana’ ceutí y, antes y
después, una interminable y apabullante lista de edificios
algunos de los cuales, como la ya citada iglesia de Marco de
Canaveses, son consideradas obras maestras de la
arquitectura contemporánea.
En su largo haber, una relación de unos 200 edificios y
proyectos de todo tipo, desde museos a pabellones, casas...
y reformas urbanísticas completas, como la reconstrucción
del barrio lisboeta del Chiado o la del Paseo del
Prado-Recoletos (Primer Premio del concurso de ideas),
figuran también las viviendas sociales de la Quinta da
Malagueira, en Évora (Portugal); la Escuela de Arquitectura
de Oporto; la Recuperación del campo di Marte, en Venecia
(1er Premio); el Museo de Arte Moderno de Galicia, en
Santiago de Compostela; el Rectorado y Biblioteca de la
Universidad de Valencia; la Facultad de Periodismo de
Santiago de Compostela; el Museo J. Paul Getty. (1er
premio), en Malibú, EEUU; el plan de rehabilitación del
centro histórico de Palma di Montechiaro, Italia; el
Pabellón de Portugal en la Expo ‘98, en Lisboa; el Rectorado
de la Universidad de Alicante; el Hospital de Toledo (1er
premio); el Museo Mimesis, de Paju Book City, en Corea del
Sur; el Vitra International furniture factory, de Weil am
Rhein, Alemania...
Siza, el arquitecto que quiso ser escultor, el dibujante que
levanta edificios y reconstruye la epidermis de una ciudad,
el poeta de la luz, el gran hombre con maneras humildes,
desea sobre todas las cosas, como dejó dicho en Ceuta, que
después de meses, de años de trabajo, quienes entren en un
espacio por él creado se sientan “bien”, que ese vacío que
él llenó o esa claridad que domeñó pasen a formar parte de
la vida cotidiana de las personas que los habitan. Sólo
falta una recta final para que los ceutíes puedan saber qué
sensación es esa que a un genio tanto estimula.
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