El chiringuito, el chiringuito!,
fue una canción del verano, obra de Gorgi Dan, que dicho sea
de paso, cada año por esas fechas sacaba una canción para el
verano que era todo un éxito. Era raro no escuchar a las
diferentes orquestas, que animaban las fiestas veraniegas,
no tocar “El chiringuito”.
Pues bien los chiringuitos, seña de identidad de las playas
andaluzas, no pasan por sus mejores momentos, las amenazas
del Ministerio del medio Ambiente han puesto en jaque el
futuro de los chiringuitos del litoral andaluz.
La Junta de Andalucía, sabiendo la importancia de los
chiringuitos en las costas andaluzas, ha reclamado las
competencias sobre la regulación de las autorizaciones y
concesiones, a lo que el presidente del Gobierno no planteó
“ningún inconveniente” a esa petición del presidente de la
Junta, por lo que no es de extrañar que el traspaso de esa
competencia se podría producir el próximo año.
Los empresarios andaluces del sector han acogido con” mucha
ilusión y esperanza” la propuesta de la Junta, solicitando
que las competencias sobre los chiringuitos recaigan en
Turismo, alegando que esas competencias caerían sobre
alguien más cercano a ellos, que entenderían mejor sus
reivindicaciones.
Se entiende, perfectamente, los deseos de los empresarios de
que esas competencias recaigan sobre personas que conocen el
tema mejor que aquellas que desconocen la idiosincrasia del
pueblo andaluz.
Actualmente, en las costas andaluzas existen unos 2.000 mil
establecimientos de esta clase, que dan trabajo a más de
40.000 mil personas. Y, sinceramente, no creo que en estos
momentos de crisis y con el aumento del paro, sea una buena
medida enviar a esas cuarenta mil personas a engrosar las
colas del INEM.
Además, hace desaparecer los chiringuitos de las playas van
a traer malas consecuencias desde el punto de vista
turístico, sobre al más importante turismo que es, sin duda
alguna, el turismo nacional. ¿Se puede concebir, una playa
sin chiringuitos donde largarse con los amigos a tomar unas
cervezas con sus correspondientes sardinas a la plancha,
mientras la señora y los niños siguen divirtiéndose en el
agua, mientras discutimos del Barcelona y el Madrid?.
Quitarnos eso, es quitarnos parte de nuestras costumbres
veraniega mientras hacemos turismo. Una playa sin
chiringuitos, es un jardín sin flores.
Aunque sólo sea por el interés económico, debemos
mantenerlos porque, quizás, al mantenerlos nos hará no
perder más millones de turistas extranjeros a los que, por
supuesto, les encantan los chiringuitos en nuestras playas
con su tinto y sus sardinas.
La aflicción de la Ley de Costas, había que estudiarla con
tranquilidad, sin precipitación alguna, que nos lleve a
cometer algunos errores que, después, no tengan solución. Al
aplicarla deberemos hacer algunas concesiones, teniendo en
cuenta las necesidades de cada pueblo de España y sus
peculiaridades.
Y si todos somos iguales ante la ley habría, en aplicación
de esa ley, tirar abajo algunas casas que se han hecho sin
ajustarse a la Ley de Costas. ¿O no?
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