Se considera como droga cualquier
sustancia química natural o sintética, que una vez ingerida
trastorna la conducta y la percepción, modifica el estado de
ánimo, aumenta o disminuye el rendimiento físico o psíquico,
dificulta el conocimiento y altera los sentimientos.
Su característica más importante es que crean hábitos (deseo
irreprimible de repetir su uso) porque confieren al hombre o
a la mujer una personalidad distinta que le produce cierto
bienestar. Probablemente, o seguramente se equivoca quien
pretenda describir a los drogadictos como delincuentes,
porque son eminentemente enfermos. En realidad, establecer
una serie de pautas para prevenir la drogadicción resulta
complicado, pero ayuda enormemente la función educacional
(padres, familias, educadores...) en el ámbito de la
autoestima, de la superación personal, del de los valores...
porque es una realidad que desde el núcleo de la familia,
como padres, o desde el exterior como maestros, auténticos
consejeros y líderes de grupos, todos los días tienen la
oportunidad de tocar las vidas de los jóvenes. Los esfuerzos
verdaderamente cuentan. La orientación y la enseñanza ayudan
necesariamente al curso de la historia.
Actualmente las generaciones de jóvenes necesitan de
autoconfianza, de sentirse integrados en esta sociedad que
avanza por encima de unas bases de valores tradicionales
como el respeto o la educación que han caído, sencillamente,
en el olvido por la falta de compromiso de una generación de
padres de finales del pasado siglo que, por lo general, no
han podido, no han querido, o no han sabido materializar en
sus cimientos familiares los requisitos básicos en una
juventud movida por el botellón, por el pasotismo social...
favorecido probablemente por un laxo sentido de los valores
sociales -de los de toda la vida- que, por error, siempre se
ha venido a equiparar a otras épocas que para nada tendrían
que ver. La prevalencia de la educación y del respeto a las
normas básicas de la sociedad (por más que esta
afortunadamente haya avanzado) no debería haberse perdido.
El Día Internacional de la Drogodependencia nos recuerda que
aún queda mucho camino por recorrer, tanto para retomar a la
generación damnificada, como para prevenir que los niños de
hoy se conviertan en adolescentes y jóvenes drogadictos del
mañana.
|