Fue hace nueve años cuando pude
saludar en persona al Padre Vicente Ferrer, en una
impresionante conferencia- charla sobre su obra en la India
en el estado del sur, de Andhra Pradesh. Aquellas imágenes
que se proyectaron, las explicaciones de los miembros de su
Fundación y la apoteosis final con la voz débil y quebrada
de Vicente Ferrer, que decía que con tantas almas a su cargo
y sin dinero, cómo se podía lograr aquello y se logró… Una
salva atronadora de aplausos invadió el Salón de Plenos de
la Asamblea de la Ciudad Autonóma. Nueve años después de
aquel encuentro, los españoles que tenemos lazos de unión
con la Madre India sentimos el dolor y la emoción porque
algo de mí, algo de mi sangre de España y La India, ha
colaborado y ha participado en la labor de los más
necesitados.
Ha muerto Vicente Ferrer, el hombre del paraguas, Premio
Convivencia de la Ciudad de Ceuta año 2000, premio Principe
de Asturias de la Concordia 1998, y recientemente por el
Gobierno de España, con la Gran Cruz del Mérito Civil. Ha
sido enterrado en la localidad de Bathalapalli, a 30 kms de
Anantapur, donde la organicización Vicente Ferrer tiene su
hospital más importante junto a un centro de acogida para
enfermos de sida. Asistió, en representación oficial de
España, el presidente del Congreso de los Diputados, José
Bono. Vicente Ferrer, había sufrido mucho de salud a lo
largo de su vida, pero siempre salía adelante. Se encontraba
en estado crítico en los últimos días tras sufrir una
embolia en el mes de marzo -estuvo ingresado en un hospital
de la localidad de Vellore-.
Y han sido mas de cien mil personas las que han acudido a su
casa a decirle el ultimo adiós en su domicilio de Anantapur,
donde falleció en compañía de sus allegados. De toda clase,
edad y condición. Todos, como dijo Blanca Romaná portavoz de
la Fundación, han hecho un homenaje muy humano y cercano, ni
tristeza ni alboroto, solo respeto. Todos tocaban su cuerpo
y se pasaban las manos por la cabeza en señal bendita ante
algo sagrado y maravilloso, como recibiendo su bendición.
Era una experiencia muy intensa, gente que no comparten
credos comunes estaban unidas por la labor que ejercía y a
la que todos respetaban. Vicente Ferrer deja un legado que
lleva su nombre, cubre 2.278 municipios en el estado
meridional de Andhra Pradesh y beneficia a más de dos
millones y medio de personas.
Miles de personas, en bicicleta, en carro o caminando
durante horas, en familia o solos. La mayoría, personas a
las que el destino, en forma de casta, había reservado una
vida de paria, un destino esquivado gracias al trabajo de
Vicente Ferrer, filántropo catalán, durante más de cuarenta
años. Queda para el final mi recuerdo emocinado, y fue de su
visita a Ceuta cuando Antonio Sampietro le entregó el Premio
Convivencia con el Ministro Josep Piqué a Vicente Ferrer.
Al terminar los saludas y apretones de los asistentes a
Vicente Ferrer, pude quedarme con él a solas, le conté el
legado que me había dejado mi padre, toda una filosofía
hindú, filosofía que fluye en mi alma y brota en mi sangre
que emana de mi corazón, que se lo transmitía a mis hijas
todos los días de mi vida.
El Padre Vicente Ferrer me prestaba mucha atención, pero me
dejó una pregunta para el resto de mi vida, ¿has estado
alguna vez en la India? Le dije que no. Pruébalo y lo
sentirás en lo más profundo de tu ser estar en contacto con
la Madre India. No olvidaré tus palabras allá donde quiera
que estés, hay una promesa en el mundo, alguna vez en la
vida, a gente como yo que tenga que ir a la India a
encontrarse a sí mismo, hacer una jornada de peon en alguna
de tus obras, hospitales, pozos, y colegios, tan sencillo
como coger una carretilla cargada de ladrillos y llevarla de
un sitio a otro, la jornada de un trabajador de la India,
para sentirla como un español, Vicente. Como este que
escribe, que nota fluir por sus venas las entrañas de la
India, al sentirte a la vera mía, me di cuenta la única vez
en la vida que tenía enfrente a UN HOMBRE SANTO.
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