Me quedan solo cinco tiros, hasta
final de mes, momento en el que este francotirador se
repliega. ¡Y con la cantidad de cosas que llevo en el
macuto...! Han sido años apasionantes pero si todo tiene un
principio, también hay un final. Para cada cosa hay un
momento en la vida, como nos recuerda el Eclesiastés y este
escribano metido a notario está llegando al final del
camino. “Cap problem”, que en algún momento yo también parlé
catalán (“mallorquí” para ser exactos). Puerta que se
cierra, puerta que se abre. Todo lo que sucede es bueno,
señalaba E. Mounier: maduras y creces.
Hoy quería que reflexionaran ustedes, mis siempre queridos
lectores sin cuya atención yo sería menos que un “zerolo” a
la izquierda (¡uy ya se me fue la pluma!, estilográfica
maticemos), sobre las prietas líneas, cual filas recias,
pergeñadas en las últimas columnas. ¿Han leído ayer a
Ignacio Cembrero en “El País”…? Pues no se lo pierdan, va en
portada; precisamente Cembrero era ese gran profesional
sobre el que yo les escribía también ayer y, su noticia,
nada nuevo en realidad (al menos en esta columna), o nada
que yo no les fuera adelantando desde hace tiempo (complejo
de batidor), entre líneas casi siempre porque -y se lo
escribo en confianza- si mis lectores no tienen un mínimo de
inteligencia, como suele ser usual, no me interesan. Que
lean otra cosa. Sé que, por imperativo del guión, escribo
para minorías aunque mi intención fue siempre llegar a las
mayorías. Digo.
¿Y en qué voy a gastar la escasa munición que me resta…?
Seré amable, no quiero dejarles mal sabor ni tampoco sin
algún consejillo si viven en Ceuta o Melilla. No es una
“boutade” pues esta columna, falsa modestia aparte, se lee
según sale a primera hora, aun caliente por internet, en al
menos ciertos avispados despachos de seis capitales del
mundo mundial, que yo sepa. Aunque dentro de esta casa esas
cosas no se valoran, se va al “peso” y a la “cantidad”. Pues
mi señorito se lo va a perder; que aprenda. Para cuando
espabile, ya tarde, vendrá a cuento aquello de “a buenas
horas mangas verdes”. Pues eso, que uno se ha cansado de
“mucho te quiero perrito, pero pan poquito”. Bueno. Hoy,
estimada ciudadanía de Ceuta y Melilla, quería insistirles
en algo: y es que cuiden la despensa. Por los ratoncillos,
ya se lo decía ayer. Que el gato (¡míau, marramíau…!) está
haciendo las maletas y los simpáticos roedores que nos
rodean, a batir palmas, bailar de gozo… ¡y a por el queso!.
¿Por cierto, cómo les va…? A mí de puta madre, gracias y
perdone el respetable la confianza: gozando de una
temperatura ideal, poniéndome ciego de buen Ribeiro y
dándole al diente, ora al pulpo a la gallega, ora a los
chuletones de ternera a la brasa; cepillando casi a diario,
de la crin a la cola, a mi trotona y tropezona yegua;
leyendo libros, tomando el aire, pasando el tiempo… Y
esperando, como agua de mayo, la llegada de lo más
importante en mi vida, mi pequeña y maravillosa familia para
gozar juntos de unas merecidas vacaciones. ¿Qué me dicen…?;
¿qué todavía no han leído el artículo de Cembrero ayer en
“El País”? ¡Pero a que están esperando…!. Por cierto, una
afectuosa sugerencia para los “presidentinos” (es que los
asturianos somos, con los diminutivos, así de cariñosos) de
las dos ciudades primas hermanas, tan africanas y tan
españolas, Vivas e Imbroda: ¿habéis pensado ya, respetables
señores, en buscar -y contratar- al flautista de Hamelín…?.
Y, ciudadanía toda, cuidar en lo que a vosotros respecta el
queso, que es muy goloso. ¡Míau, marramíau…! España, este
nuestro país de mierda, ¡qué pena de país!. Visto.
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