Los sindicatos gozan de poco
prestigio. Es una realidad que han de asumir incluso los
sindicalistas que aún carecen de intenciones aviesas. Son,
que diría un cursi, los limpios de corazón. Mirlos blancos.
Cada vez más escasos porque terminan aburriéndose o
pasándose al grupo de presión, compuesto por elementos cuya
misión principal es chantajear al Gobierno de turno para que
ceda a sus pretensiones a cambio de prestarle apoyo político
o evitarle problemas.
Como comprenderán ustedes, estoy refiriéndome a los
sindicalistas que parten el bacalao en los sindicatos de
clase. No a los militantes, que son bien pocos. Por lo que
las centrales sindicales dependen de la generosidad
económica de un gobierno, para que los sueldos de los
liberados se puedan obtener con las propinas del Tesoro
Público.
De todos es sabido que en Ceuta hay un sindicato,
concretamente CCOO, que está manejado por la voluntad de un
emisario imperial de ciertos empresarios locales. Con el
único fin de amedrentar al gobierno de la ciudad. Lo hace y
además usando un medio escrito que él tacha de seguir
practicando con brillantez la práctica periodística del
franquismo. Me estoy refiriendo a Juan Luis Aróstegui.
Lo cual me induce a pensar que más que mosca cojonera -que
así, graciosamente, fue calificado por los artistas de ese
medio-Aróstegui es el brazo armado que presta sus servicios
en esa casa para meterle el miedo en el cuerpo al presidente
de la Ciudad.
De lo contrario, le sería imposible cumplir su doble misión.
De un lado, procurar por todos los medios tener siempre a
Vivas con el ay en la boca, más bien acollonado; de otro,
escribir con absoluto desprecio del medio donde le permiten
darle vida a los chivatazos que recibe de ciertos técnicos
que pululan por los pasillos del Ayuntamiento.
Aróstegui ha conseguido que el sindicato de CCOO se haya
convertido en un vulgar grupo de presión. Un grupo de
presión manejado por él para presionar y obtener decisiones
políticas favorables a su causa y a la de los empresarios
que le piden que actúe de esa manera.
Y como esa actitud le ha permitido paliar en gran medida sus
fracasos como líder del PSPC, amén de otras alegrías
macarenas, hace ya mucho tiempo que se olvidó de que los
trabajadores forman sindicatos para tener una voz y para
mejorar sus salarios y condiciones laborales, y no para que
él tenga la oportunidad de alcanzar sus fantasías políticas.
Días atrás, recordaba yo la mucha experiencia que tiene
Aróstegui en la construcción de viviendas sociales. Ya que
hubo un tiempo en el cual trabajó codo a codo con el
concejal encargado de esa parcela. Y más experiencia aún
cuando se trataba de hacer entrega de las viviendas a la
gente más necesitada. Y hasta di una pista: cómo las partes
interesadas en el asunto se reunían, a veces, tal vez por
falta de local adecuado al efecto, en una cafetería situada
en la Plaza de África, para rematar la faena.
No obstante, la culpa de que Aróstegui hable y escriba como
lo hace, sin medirse, la tiene quien la tiene. Quien
pudiendo ajustarle las cuentas sigue empecinado en pedirle
calma entre bastidores y complaciéndole adecuadamente. Así
que viva la Pepa...
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