Al presidente Vivas, cuando le
hice la entrevista que fue publicada en ‘Ceuta Siglo XXI’,
este mes, le pregunté, entre otras muchas cosas, que si
estar muchos años en la presidencia ayuda a caer en la
tentación de comportarse de manera dictatorial.
Y me dijo que los comportamientos dictatoriales y
prepotentes sólo conducen a perder el favor de la gente.
Reduciéndose además el crédito obtenido y despilfarrando la
buena consideración que se hubiera alcanzado. Luego recordó
que vivimos en un Estado de Derecho y, por supuesto, alegó
que el alcalde, afortunadamente, no es ningún virrey. O sea,
que dejó muy claro que él estaba vacunado contra ese
peligro.
A continuación, dada su respuesta, se me pasó por alto
hacerle la pregunta que venía a cuento: ¿Cree usted,
presidente, que los ochos años que lleva en el cargo no le
han hecho absorber tanta hostilidad como para estar más
dispuesto a evitarse sufrimientos antes que dedicarse a
decidir correctamente? Pero reconozco que en ese momento me
faltó capacidad de reacción. Acepto que estuve falto de
reflejos. Aunque, bien pensado, debo imaginar que, de
haberle hecho esa pregunta al presidente, la contestación
habría sido más o menos la que sigue:
-Mire usted, durante estos años que llevo ejerciendo el
cargo, mis discrepantes han sido muy pocos. Y además están
localizados. Por lo tanto, le puedo asegurar que los
hostiles ni me quitan el sueño ni mucho menos me hacen
pensar mal a la hora de tomar decisiones que redunden en
beneficio de los ciudadanos. Y lo digo de verdad. Con la
humildad que siempre he tratado de conducirme en esta vida.
Podemos decir, pues, que usted no se distrae lo más mínimo
tratando de averiguar qué se dice a sus espaldas.
-Sí. Porque hacerlo sería caer en la tentación de formar
parte del corro donde se cuecen los dimes y diretes. Lo
cual, sabe usted, que nunca me ha gustado. Y menos ahora
donde estoy dedicado en cuerpo y alma a mis muchas
obligaciones como alcalde.
De todos modos, tengo entendido que, últimamente, acepta
mucho menos las críticas desfavorables.
-Esa es una apreciación que yo respeto pero que no comparto.
Porque, siendo lector de su columna, he tenido tiempo de
aprender que “Uno está tan expuesto a la crítica como a la
gripe”.
Aun así, no me negará que hay días en los que tuerce el
gesto por estar en desacuerdo con mis comentarios.
-Es que usted, De la Torre, es muy punzante en
ocasiones. Y además se le entiende todo. Lo cual no quiere
decir que su forma de decir las cosas consiga irritarme
sobremanera. Y si alguien le ha dicho lo contrario, ello no
se ajusta a la realidad.
Bien. Pero tampoco hace falta ser ninguna lumbrera para
darse cuenta de que usted, presidente, mira todo lo escrito
con lupa y a veces ve fantasmas donde nos lo hay. Lo que no
deja de ser una prueba evidente de desconfianza.
-Espero que lo que voy a decirle no se malinterprete. En mi
posición, debo estar siempre alerta. Porque una cosa es que
no me gusten las camarillas y otra que haya decidido
chuparme el dedo.
Presidente, usted gana elecciones mayoritariamente. Y
debería sentirse muy afortunado por cómo le estiman los
ceutíes. Así que no se haga... barullos mentales. Podría
haber sido otra entrevista.
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