Un reciente informe de la OCDE
(Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico), desvela carencias pedagógicas en cuatro de cada
diez docentes, (40%). Tres de cada cuatro profesores
consultados confiesan que les faltan incentivos para mejorar
la calidad de su trabajo, (75%).
Los docentes españoles aparecen como los más contrariados
por el clima que se vive en las aulas. El 70% asegura que
las interrupciones de los alumnos perturban de forma notable
el desarrollo de sus clases. Más del 30% denuncian también
el absentismo de los docentes como uno de los problemas más
serio es en su quehacer diario, y la falta de puntualidad.
Los mecanismos de supervisión e incentivación de su tarea
están “muy poco desarrollados” en comparación con otros
países.
El estudio ha permitido comprobar que los docentes responden
positivamente a la evaluación, pero en España el 50% asegura
no haber sido evaluado por el Director de su centro ni haber
recibido de éste ningún tipo de “feeback”.
Según se desprende del estudio, son los Directores los
responsables de la evaluación e incentivación de los
enseñantes.
Acerca de los programas de formación y perfeccionamientos
profesional, en España el 16% de los profesores debe asumir
el coste y sólo el 54,8% no le supone gasto alguno.
Otra carencia detectada entre el profesorado español es la
referida a su preparación pedagógica. Así, mientras su
formación científica inicial y permamente es buena, el 38%
de los directores opina que la preparación pedagógica de sus
profesores es insuficiente. En conjunto, este problema es
reflejado por el 24,1% de los participantes en la
investigación.
La evolución de este tema, desde mi incorporación al
Magisterio Nacional, como propietario provisional, en mi
centro ejercía como Director, otro maestro que, a propuesta
del Inspector de Zona, lo nombraba la Delegación
correspondiente. Era un sistema para cubrir el pesito.
También se cubría por medio de oposición, que a juzgar por
algunos que accedieron a Director por este sistema, las
pruebas eran “muy duras”. Estos directores, juntos a los
nombrados por la Delegación, eran los que tenían capacidad
para “evaluarnos”, que al fin y al cabo, era emitir un
informe que, generalmente, podíamos sentirnos muy felices y
contentos. Era mi caso, cuando mi propiedad provisional se
agota y me destinan a un pueblo de la Serranía de Cádiz,
cosa que tenía que eludir, y me redactaron un magnífico
informe para acceder al Patronato del Campo de Gibraltar.
En cuanto se refiere a nuestra formación y
perfeccionamiento, existían los llamados Centros de
Colaboración, donde, en general, un maestro o equipo de
maestros daban a conocer sus experiencias realizadas en el
aula. Unas veces se celebraban las reuniones en la propia
localidad y otras, en localidades cercanas, según la zona de
influencia de la Inspección. De un año para otro te abonaban
los gastos de desplazamientos y asistencia, que quiero
recordar que eran unas 60 pesetas, y la consiguiente
deducción de Hacienda.
Con la aparición de la EGB, los cursos para impartir la 2ª
Etapa se realizaban, o bien, en la propia localidad,
organizados por la propia Delegación, o bien, a través de la
UNED, por el sistema de a distancia.
En los centros de Profesores y Recursos, el aspecto de
perfeccionamiento se cubre, pero así, como anteriormente la
asistencia era obligatoria -Centros de Colaboración- en este
caso es voluntaria, y sólo se benefician de manera directa
los enseñantes de las grandes localidades. Al principio, la
asistencia es remunerada para dejar de serlo al renunciar a
la misma, fijada para el apoyo de material del propio
centro.
Los Directores y el Cuerpo de Inspectores, aunque no de
forma sistemática se encarga del aspecto evaluativo. A los
maestros, el estar muy en contacto con la Dirección –después
con el Equipo Directivo- la evaluación se realiza de forma
continua, ya que la relación maestros/Equipo Directivo es
muy directa. Para distintos tipos de problemas con relativa
asiduidad, se llevan a cabo las llamadas “Reuniones de
Claustro”.
Vienen al caso algunas de las situaciones evaluativas, de
las cuales fui testigo presencial. La primera, realizada por
el Director de la Escuela de Magisterio, que evaluaba a los
alumnos en período de Prácticas. Preguntó por los temas que
se estaban desarrollando en aquellos momentos. El alumno en
Práctica, una alumna, le indicó que “Ecuaciones y Sistemas”.
Sacó a un alumno a la pizarra para realizar una ecuación, la
cual la realizó sin dificultad, por lo cual felicitó al
alumno y a la alumna de Práctica. Se trataba de un grupo de
8º de la extinguida Enseñanza Primaria de 1945. La segunda
fue de resultado muy negativo. Ya con la EGB, el Sr.
Inspector tenía que evaluar la clase, un nivel de 8º. Con
las Matemáticas quedó satisfecho. Con el Lenguaje, se llevó
un mal sabor de boca, ya que al contemplar, al azar, el
cuaderno de un alumno, para evaluar el lenguaje, las muchas
faltas de ortografías encontradas, fueron motivo para llegar
a “bronquear” al maestro. Y por último, el Sr. Inspector
visitó a dos grupos de 2º de la ESO, y la experiencia si
resultó de su agrado.
Pero, con estos criterios, con los protagonistas, ¿se
realiza una evaluación fiable?. Para las estadísticas, y
dependiendo de la población evaluada, pueden cumplirse con
los objetivos propuestos; pero la verdadera evaluación de
los docentes la realiza la familia. Son los padres los que
nos evalúan como “aprobados” o “suspensos”.
Son ellos los que al plantearse la elección de centro, los
que de forma indirecta nos están seleccionando. Y esto es
así. Lo demás, “papeleo”.
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