No cabe la menor duda de que, en los últimos 50 años, las
relaciones entre España y Marruecos han estado marcadas por
la ausencia de diálogo y de comprensión. Los factores que
han intervenido en la definición de la relación que hoy día
mantienen ambos países son muchos. Las cuestiones del Sáhara,
Ceuta y Melilla, la pesca, la inmigración y la delimitación
de las fronteras marítimas en el espacio que comparten
España y Marruecos en el mediterráneo y en las aguas del
Atlántico, forman parte de los temas que han acaparado la
atención de sus responsables y que se encuentran en el
origen de todas las fricciones cíclicas que han ido
surgiendo entre los dos países vecinos en la última mitad
del siglo XX.
La persistencia de estos conflictos conforma el principal
escollo que ha impedido la convergencia de los intereses de
los dos países y cualquier acercamiento entre sus sociedades
civiles. Basta con hacer un simple repaso a las relaciones
Hispano-marroquíes, sobre todo durante los últimos años,
para tener una idea clara del impacto que estos contenciosos
han tenido en el estancamiento y el enfriamiento de estas
relaciones.
Marruecos en los medios de comunicación españoles
Pese al acercamiento que se ha fomentado entre los dos
países desde la vuelta del PSOE al gobierno español, la
persistencia de estos conflictos continúa. La
incompatibilidad de la posiciones de cada uno de los países
junto a la poca determinación que muestran los responsables
marroquíes y españoles para superar estas divergencias y
encontrar soluciones equitativas y respetuosas a los
intereses estratégicos de cada país, arrojan mucha
incertidumbre sobre el futuro de las relaciones
Hispano-marroquíes. Esta situación nos lleva a pensar que,
una mejora real y duradera de estas relaciones, no estará
garantizada mientras no se consiga un avance sustancial en
el acercamiento de las posiciones en aquellos asuntos que
crean más crispación entre ambos países.
En España existe una parte nada desdeñable de la opinión
pública, de los intelectuales, de los empresarios y de los
políticos que abogan por un verdadero acercamiento de su
país con Marruecos. Sin embargo, sigue existiendo otro
sector social más mayoritario que concibe dichas relaciones
desde el prisma de la confrontación y el antagonismo y que
ve a Marruecos como un enemigo para los intereses y la
seguridad españoles. Aunque en menor medida, esta última
idea es aplicable al pensamiento de una parte de los
expertos marroquíes. Hoy por hoy, la elite gobernante
marroquí no ha conseguido que las relaciones con España se
asemejen a las que mantiene con Francia desde la
independencia de Marruecos. Parece que los estereotipos y la
desconfianza, afianzados a uno y otro lado del Mediterráneo,
siguen teniendo una gran incidencia en la orientación de la
política exterior de cada país respecto al otro.
Todo aquel que desee ver un salto cualitativo y una mejora
notable en las relaciones entre los dos países vecinos, no
puede sino rechazar que un sector importante de la sociedad
española siga mirando a los marroquíes con condescendencia,
rechazo y desprecio. Es este sentimiento de condescendencia
el que sigue imposibilitando un verdadero acercamiento entre
los dos países.
Además, esta visión que los españoles tienen de los
marroquíes, se consolida con el tratamiento, cargado de
tópicos y estereotipos, que los medios de comunicación
españoles hacen de la sociedad marroquí. En efecto, cuando
uno observa las informaciones que las cadenas de televisión
o los diarios españoles ofrecen a la opinión pública
española sobre Marruecos, se da cuenta de que este país es
noticia sólo cuando se trata de asuntos conflictivos, en los
que la posición de ambos países es opuesta.
Los principales asuntos marroquíes que tratan los medios
españoles se refieren a la inmigración ilegal, el tráfico de
drogas, la cuestión de la pesca, los conflictos de Ceuta,
Melilla y el Sáhara, o el tratamiento de problemas sociales
como la situación de la mujer en Marruecos, la falta de
libertades y de derechos humanos o el aumento del peso de
los partidos islamistas en el escenario político marroquí.
De acuerdo con Francis Ghiles, experto en relaciones
internaciones, este tratamiento selectivo de los temas
relacionados con Marruecos hace que en España no se tenga
conocimiento sobre los profundos cambios, tanto a nivel
económico como político o social, que están teniendo lugar
en este país, además de consolidar en los españoles la
imagen de Marruecos como un vecino problemático e incómodo:
“A excepción de los asuntos políticos, debe subrayarse que
tanto los principales periódicos como las cadenas de
televisión españolas, rara vez cubren noticias sobre el
norte de África en general y Marruecos en particular. Temas
como el comercio, las inversiones o las finanzas brillan por
su ausencia, privando así a la opinión pública española de
una imagen más realista de los cambios que se están dando en
el flanco sur. Esta escasa cobertura sobre asuntos
económicos supone una traba para España, ya que el dicho de
«moros en la costa» es síndrome de un perjuicio muy
asentado, resultado de la historia Sin embargo, una correcta
información sobre los cambios que están ocurriendo en la
actualidad en la economía marroquí y en sus instituciones
políticas podría ayudar a dar una visión más benévola y
realista de los acontecimientos que tienen lugar en el reino
más antiguo del mundo árabe”.
Esta falta de objetividad en el tratamiento de los
acontecimientos relacionados con Marruecos ha sido
denunciada también por la Profesora Amina Bouayach. Así,
refiriéndose a la crisis de Perejil en 2002, Amina Bouayach
subraya el tono bélico y denigrante que la prensa española
utilizó para denunciar la «agresión» marroquí, haciendo
hincapié en el hecho de que Marruecos sigue siendo un
enemigo de los intereses estratégicos que España tiene en el
Mediterráneo: “Los diferentes medios de comunicación se
interesaban en hechos diversos, en acontecimientos sin
importancia, en todo aquello que podía suscitar críticas en
relación al estado marroquí, pero rara vez en los debates
políticos, económicos y sociales, a veces encarnizados sin
lugar a dudas, pero de gran importancia en la vida de una
nación. Se ha leído pocas veces en la prensa española, o
visto en las cadenas de televisión, reportajes, entrevistas
o testimonios de personalidades marroquíes o españolas, que
explicaran las transformaciones que vive Marruecos. La
prensa española se ha «distinguido desde 1999 hasta finales
del año 2002 por sus artículos agresivos y por sus juicios
de valor».
Por su parte, José Miguel Zaldo ha realizado una comparación
entre el tratamiento respetuoso y afectuoso que los medios
de comunicación españoles reservan a los países
latinoamericanos y el tratamiento negativo que hacen de los
asuntos marroquíes. Zaldo, lamenta esta tendencia
sistemática de los responsables de los medios españoles, que
aprovechan la más mínima oportunidad que se les presente o
el menor incidente que ocurra en la compleja agenda
bilateral hispano-marroquí, para cargar sus tintas contra
este país: “Pero siendo Marruecos un país con menos
problemas y más potencial para nosotros que otros, el
tratamiento que recibe en muchos de nuestros medios de
comunicación no es, ni mucho menos, lo afectuoso y
respetuoso que es con Latinoamérica.
Muy al contrario, yo que quiero y respeto a Marruecos,
siento vergüenza al escuchar y leer lo que algunos medios
dicen y escriben: la mayor parte no es cierto y, aunque lo
fuera, deberían tratarlo con más cariño y respeto como hacen
con otros. Creo que este problema del tratamiento de
nuestros medios a Marruecos es grave porque fomenta los
estereotipos negativos, el racismo y las malas relaciones
con el vecino, con el que necesariamente tenderemos que
entendernos […]”.
Marruecos es uno de los escasos países del área árabo-musulmana
en el que existe un sistema político pluralista, por muy
defectuoso y mejorable que sea, y cuya población goza, hasta
cierto punto, de libertad de expresión, sindicación o de
manifestación. Por este motivo, cabe preguntarse por qué los
periodistas españoles, sobre todo en los periodos de más
crispación, centran sus esfuerzos en la crítica mordaz a la
vida política marroquí. Además, el tratamiento mediático que
reciben otros países situados no muy lejos de España como
Argelia, Túnez o Libia, en los que los derechos humanos son
vulnerados frecuentemente y cuyos ciudadanos gozan de muchas
menos libertades fundamentales que los marroquíes, es más
benévolo que el que se hace de los temas que afectan a
Marruecos. Este fenómeno pone de manifiesto que la intención
de los responsables de los medios españoles no es la de
difundir una información objetiva acerca de los cambios que
está experimentando la clase política marroquí sino
desprestigiar y desacreditar a los máximos representantes
del régimen marroquí.
La otra cara de la moneda
No obstante, cabe señalar que la imagen que los marroquíes
tienen de los españoles no es mejor que la que éstos tienen
de ellos, ya que, en el imaginario colectivo marroquí, se ha
forjado una visión de España sustancialmente menos
indulgente que la que se tiene del resto de países
occidentales.
Al igual que los españoles, los marroquíes siempre han
contemplado a su país vecino desde una perspectiva
condicionada por el antagonismo religioso que enfrenta a
estas dos sociedades desde finales del siglo XVI. Esta
circunstancia ha hecho que los marroquíes se hayan forjado
una imagen distorsionada de los españoles convirtiéndolos en
los representantes de una religión «falsa», «intolerante» y
«sectaria». Todos los aspectos de la vida de los españoles
han sido contemplados desde la religión musulmana y, por
tanto, demonizados, despreciados, denunciados y denigrados.
La «intolerancia», la «cerrazón» y la «traición» forman
parte de los atributos negativos que los marroquíes
atribuyen a los españoles. No son pocos los marroquíes que
todavía guardan un cierto resentimiento hacia los españoles
por la forma en la que fueron tratados los últimos
musulmanes de Al-Andalus y por su incumplimiento de los
pactos que firmaron para garantizarles la práctica de su
religión sin ser perseguidos o expulsados por ello de
España. En el imaginario marroquí, la mayor evidencia de la
«intolerancia» religiosa de los españoles lo constituyó el
trato deparado a los musulmanes que se quedaron en España
después de la caída de Granada en 1492, y las injusticias
cometidas en su contra por los tribunales de la Inquisición.
A esta imagen del español como representante de una religión
«intolerante» y de una civilización «agresora» se añade a
mediados del siglo XX la de España como el país más atrasado
y pobre de Europa.
Para un sector considerable de la sociedad marroquí por
mucho que los españoles se esfuercen, nunca podrán alcanzar
el nivel cultural de los demás europeos. En el imaginario
colectivo de los marroquíes, España sigue siendo el país de
la fiesta y el divertimento y los españoles son considerados
menos cultos, menos abiertos y menos trabajadores que sus
vecinos europeos. “En general, cuando se habla de los
españoles en Marruecos, siempre se refiere a ellos como
gente maligna, racista e incluso avara. Mis amigos que
trabajan en el sector turístico suelen hablar, en general,
bien de todos los occidentales, menos de los españoles. Son
gente cerrada, tienen poca confianza en los extranjeros. Los
españoles en Marruecos tienen la fama de no conocer otras
lenguas a parte de la suya. Incluso los que las conocen se
aferran a hablar la suya con los extranjeros, conociéndola
éstos o no […]”.
Durante los últimos años estamos asistiendo a una mejora de
la imagen de España en Marruecos. Así se pone de manifiesto
en una reciente encuesta realizada en Marruecos en las que
dos tercios de la población dice tener una imagen positiva
de este país. Sin embargo, cuando las relaciones entre
Marruecos y España atraviesan un periodo de tensión y de
crisis, la imagen negativa de los españoles aflora entre un
sector nada desdeñable de la opinión pública marroquí. Es en
esos momentos de incomunicación entre los dos países, cuando
una parte de los marroquíes expresa su sentimiento de
rechazo y de hostilidad hacia todo lo español y reactualiza
todos los estereotipos que los marroquíes se han forjado de
sus vecinos del norte.
A este respecto, no hay que pasar por el alto el papel
extremadamente negativo desempeñado por los responsables de
los medios de comunicación marroquíes quienes hablan
frecuentemente de España en términos problemáticos y
conflictivos. Los medios de comunicación marroquíes tienden
a presentar a España como un adversario para los intereses
estratégicos de Marruecos, raramente hablan de este país
como su socio económico o su aliado político y a los
responsables españoles suelen describirlos como personas
engreídas y arrogantes.
Un país “irritante”
El último ejemplo que pone de manifiesto el tono agresivo
que suelen adoptar los medios de comunicación marroquíes al
hablar de España lo constituye la crisis en las relaciones
bilaterales que estuvo vigente entre 2001 y 2003. De hecho
los responsables mediáticos marroquíes no desaprovecharon
ninguna ocasión para expresar su frustración y condena de la
posición española, arremetiendo contra el gobierno español
resaltando su arrogancia, su mentalidad tardofranquista, su
connivencia con los enemigos de Marruecos y su voluntad de
atentar contra sus intereses sagrados.
El profesor Salah Eddine Ennaji resume perfectamente la
imagen que dan generalmente los medios de comunicación
marroquíes sobre España: “La imagen de España que aparece en
nuestros medios de comunicación es la de un país «irritante»
a diario, que nos causa problemas, que no para de darnos,
sin razón aparente, una de cal y otra de arena, que nos
humilla de forma regular al mismo tiempo que nos tranquiliza
diplomáticamente, que nos coge a menudo de improviso, nos
sorprende con cambios, con […]. Nuestra prensa, partidaria
de esta imagen a la que alimenta, extrae encantada y
abundantemente del léxico de nuestros políticos y miembros
de la elite […] para hacer titulares: «sorprendentemente»,
«sorpresa», «incomprensible cambio», «declaración no
amigable», «injusta medida».
Del análisis de la prensa de una y otra parte del
Mediterráneo, se llega a la conclusión de que los medios de
ambos países tienden más a fomentar el alejamiento y la
incomunicación que a promover el acercamiento y el
conocimiento entre sus sociedades civiles. Teniendo en
cuenta el gran foso cultural que separa a españoles y
marroquíes, para que podamos asistir a un acercamiento entre
los dos pueblos, es necesario que los medios de comunicación
adopten un enfoque más objetivo, más sereno y más
constructivo en su tratamiento de los temas relativos a las
relaciones entre sus respectivos gobiernos.
En cuanto a la posición española, creemos que es primordial
que los responsables de los medios de comunicación
replanteen y repiensen su manera de tratar cuestiones
relacionadas con Marruecos y dejen de contemplarlo desde un
prisma siempre negativo, problemático y simplista. De hecho,
del análisis del tratamiento mediático de Marruecos en los
medios españoles, se desprende que los responsables de éstos
se apartan de su principal cometido: tratar los
acontecimientos de manera neutral y sin ánimo de manipular
las noticias, influyendo, por tanto, en la orientación del
comportamiento de los ciudadanos españoles hacia los
marroquíes. Estos esfuerzos deben focalizarse tanto en el
tratamiento de los asuntos internos de Marruecos que, salvo
raras excepciones, suelen ser presentadas de una manera
simplista y caricaturesca que no se corresponde con la
realidad del país, así como en el tratamiento del tema de la
inmigración y del colectivo marroquí afincado en España.
Estos mismos cambios también han de llevarse a cabo del lado
marroquí. Como ya hemos mencionado, los medios de
comunicación marroquíes no suelen ser ni benevolentes ni
objetivos en su tratamiento de los temas relativos a las
relaciones entre España y Marruecos. Basta con analizar
algunos de los artículos que fueron publicados sobre este
asunto durante la crisis bilateral hispano- marroquí de
2001-2003, para ver hasta qué punto los medios de
comunicación marroquíes ofrecen una imagen distorsionada de
España, que suele aparecer como un obstáculo para los
intereses estratégicos de Marruecos.
En definitiva, creemos que todavía queda un largo camino por
recorrer para que los responsables mediáticos marroquíes
dejen de alinearse con las posiciones oficiales presentando
a España como una potencia colonial y a sus dirigentes como
adversarios de los intereses de este país. Por el contrario,
los temas que suelen crear más crispación, deben abordarse
con serenidad y con el objetivo de aportar a la opinión
pública un conocimiento verdadero de la realidad de los
problemas que aquejan a sus relaciones bilaterales. Sólo una
toma de conciencia por parte de los medios de comunicación,
que acabe con la forma tendenciosa de abordar las relaciones
mantenidas por los gobiernos de ambos países, podrá
convertirse en un instrumento de acercamiento y de
estrechamiento de los lazos entre sus sociedades civiles.
Sólo así se podrá crear un espacio de entendimiento y de
comprensión que ayude a superar los diferentes obstáculos
que aparezcan en el futuro y que afecten a las relaciones
bilaterales de estos dos países.
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