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OPINIÓN - MARTES, 16 DE JUNIO DE 2009

 
OPINIÓN / EDITORIAL

La difícil conjunción de seguridad y libertad

Si nos atenemos al histórico de los polígonos del Tarajal podríamos sacar conclusiones con cierto calado paradójico. De lo que se presumía podía ser el maná económico de mayoristas en la mitad de la década de los 90 con el entonces prometedor negocio transfronterizo, sólo una década después se muere de éxito. El éxito que ha supuesto que de 700 porteadores se pase a 7.000 y 10.000 diarios por un lado, lo que devenido en que de las múltiples compras en las naves se pase a sencillamente a la nada por razón de que todo el sistema transfronterizo ya está dirigido y controlado por unos pocos que casi nada tienen que ver con el polígono y del que sólo se aprovecha su ubicación como paso o, si acaso, como almacenamiento de bultos previamente contabilizados y preparados. En cualquier caso, este polígono privado, efectivamente privado, cuenta con una serie de condicionantes que complican en su medida la privacidad de sus espacios. Entre otras cuestiones porque no han sido pocas las ocasiones en la que los representantes han llamado y siguen llamando para recibir servicios públicos en su entorno privado. Llámese limpieza, llámese seguridad. Pero aún peor, lo que en su día debía ser la panacea, la apertura del Biutz, se ha convertido ahora en la peor pesadilla para el 80% del empresariado del polígono; el otro 20% se dedica irregularmente a la consigna de bultos. La apertura del Biutz genera una aglomeración masiva de personas que obliga a las fuerzas de seguridad del Estado a contener tal marea humana, es su función y su deber. De tal modo que la existencia y la presencia de decenas de miles de personas genera una intervención de oficio de la Administración General del Estado a través de sus Cuerpos y Fuerzas de Seguridad que deben velar precisamente por la seguridad de las personas y, sin duda, por el control de un paso internacional. Difícil arreglo que tendrá solución cuando se ejecuten las obras previstas al lado del Tarajal, siempre y cuando medie el visto bueno de Marruecos, claro está.
 

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