Si el drama de la ciudadanía bajo el fanatismo en Afganistán
abrió ayer la 5ª Muestra de Cine Multicultural con el pase
de ‘Buda explotó por vergüenza’, la pantalla del Salón de
Actos del Palacio Autonómico toca hoy un drama que amenaza
con ser eterno, el del enfrentamiento israelí-palestino, con
la proyección de ‘Los limoneros’. El sotano de la Asamblea
tuvo ayer una buena entrada para ver la historia de una niña
de 6 años que trata de aprender a leer y escribir en la
sociedad talibán.
La quinta edición de la Muestra de Cine Multicultural
demostró ayer un buen tirón entre la ciudadania ante un
cartel que en sus dos primeros días no rehuirá la reflexión
ante las injusticias del mundo ni la calidad
cinematográfica.
De hecho, el estreno de la muestra se inició ayer con una
película que fue Premio Especial del Jurado en San
Sebastián, una coproducción iraní-francesa de la jovencísima
directora Hana Makhmalbaf, quien describe en su filme la
vida de la gente que vivía bajo la célebre estatua de Buda
que destruyeron los fanáticos talibanes.
La película siguió los pasos de una niña de 6 años, animada
por un niño vecino a ir a la escuela para aprender a leer y
escribir. Sin embargo, de camino a la escuela es acosada por
unos niños que juegan de forma cruel, como reflejo de la
sociedad tan violenta que envuelve Afganistán.
La película fue precedida por el corto Un lugar en el mundo,
dirigido por Juan Falqué y que habla de las diferencias
religiosas y su protagonismo en los grandes conflictos a lo
largo de la Historia.
La jornada de hoy se iniciará (20.30 horas) con el
cortometraje Pudor, dirigido por Felipe Vara del Rey, y
seguirá con la proyección de Los limoneros, dirigida por
Eran Riklis
Se trata de una coproducción entre Israel, Alemania y
Palestina del año 2008, en el que Salma, una viuda palestina,
debe hacer frente a su nuevo vecino, nada menos que el
ministro de Defensa israelí, en la línea fronteriza con
Cisjordania. Así, el ejercito no tarda en declarar los
árboles de Salma como una amenaza para la seguridad del
ministro, quien ordena que se arranquen.
Sin embargo, con la ayuda de un letrado palestino, la mujer
consigue llegar al Tribunal Supremo de Israel para salvar
sus árboles, mientras su lucha despierta el interés de la
esposa del ministro de Defensa israelí.
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