En la reciente precampaña y campaña electoral de las
elecciones europeas en algunos foros se ha criticado a UPyD
por la fundamentación política de sus ideas. Hasta tal
punto, que se han llegado a atribuir propuestas inexistentes
en los programas políticos hasta ahora elaborados por el
partido (Generales y Andaluzas 2008, Gallegas, Vascas y
Europeas 2009), pero es comprensible. Cuando una persona o
una organización se escapa de los parámetros habituales, el
análisis convencional no obtiene resultados fiables. Aplicar
a Unión, Progreso y Democracia las definiciones al uso en la
pestilente situación política española no es posible. Pero
no estamos solos, hay muchos miles de ciudadanos y
ciudadanas que nos votan, y hoy me ha alegrado sobremanera
saber que además fuera de España, y con Italia de los
Valores, de Di Pietro, es muy posible que esté nuestro
querido Prof. Sosa Wagner.
Dicen algunos que no tenemos ideología. Y lo dicen porque
quieren que nos encorsetemos en antiguas y obsoletas
calificaciones del espectro político. Tendremos que repetir
hasta la saciedad lo que nuestro Manifiesto Fundacional
afirma, que nadie nace siendo de derechas ni de izquierdas;
y que además es preferible hablar de progresismo en vez de
hablar de izquierda o derecha. Ser progresista es luchar
contra las tiranías que pisotean la democracia formal, así
como contra la miseria y la ignorancia que imposibilitan la
democracia material. Y ni los actuales partidos de izquierda
ni los de derechas tienen el monopolio del progresismo,
aunque ambas tradiciones políticas han contribuido a él.
Escribía Martínez Gorriarán que si hubiéramos de ubicarnos
podríamos estar en el centro de gravedad en el confluyen
tres ejes del espacio que se corresponderían con el
Izquierda-Derecha, Reaccionarismo-Progresismo y
Universalismo-Reduccionismo. Quizás ese centro de gravedad,
que no centro político, estaría en un lugar donde
confluirían los pensamientos de Gregorio Marañón y Julián
Besteiro, o a lo mejor no, pero desde luego que a muchos nos
agradaría para romper con el sempiterno mito del supuesto
conflicto de las dos Españas, la de los rojos y azules, la
de la derecha y la izquierda, la de los buenos y los malos.
En Ceuta ese maniqueísmo sigue existiendo como nunca
alentado por los hooligans de PP y PSOE, y se adereza con
una buena dosis de falsa convivencia de las “cuatro
culturas”.
Dicen otros que somos de izquierdas, no solo porque algunos
de nuestro partido hayan militado en el PSP de Tierno Galván
(como el Prof. Sosa Wagner; o en el PSOE como Rosa Díez), y
porque pretendemos evitar la desigualdad entre los
ciudadanos cuando tiene causas económicas. Nuestro
Manifiesto Fundancional dice que creemos que toda riqueza es
social y se debe en último término a la sociedad, aunque
provenga de la iniciativa individual que lícitamente se
beneficia de ella. La mejor forma de redistribuir la riqueza
socialmente acumulada son unos efectivos y accesibles
servicios públicos para atender cuestiones básicas:
educación, sanidad, comunicaciones, transporte, asistencia
social a niños, minusválidos y ancianos, pensiones, etc…
Unos servicios que han de tener calidad y deben gestionarse
con eficiencia, evitando derroches en los recursos, mediante
la concurrencia de los sectores público y privado,
adoptándose las fórmulas que mejor respondan a los objetivos
de atención a todos los ciudadanos y que, en todo caso,
estarán sujetas a la supervisión del Estado. También dicen
que somos de izquierdas porque respetamos y defendemos el
derecho a elegir su identidad sexual cualquier persona, o
porque somos rabiosamente laicos en un estado
mayoritariamente cristiano.
Dicen otros que somos de derechas, porque defendemos que un
Estado de Derecho necesita una lengua común, cuyo empleo no
sólo es elección personal sino ante todo instrumento
político para la realización dialéctica de la propia
democracia. Todas las lenguas de nuestra nación son
respetables y dignas de fomento, pero la castellana es
además imprescindible como vehículo de entendimiento general
y debate de las cuestiones que atañen a toda la comunidad.
Dicen otros que somos jacobinos porque pretendemos la vuelta
de competencias al Estado de la Educación o de la Sanidad,
precisamente para preservar a la ciudadanía de evidentes
desigualdades que se dan en España (19 calendarios de
vacunaciones infantiles, 18 sistemas educativos, etc...,
hasta que no te atiendan en un hospital limítrofe a tu
comunidad autónoma, o se extinga un incendio)
Dicen también que somos liberales porque entendemos que el
Estado laico reconoce la fe religiosa como un derecho de
cada cual y que solo está sometido únicamente a las leyes
civiles.
Otros han comentado que somos socialdemócratas porque que
propugnamos una regulación del gobierno y una intervención
parcial en la economía. Nuestras propuestas programáticas de
refuerzo de los organismos reguladores del mercado podrían
ser un ejemplo de ello.
Y alguno más afirma que somos liberales-progresistas porque
promovemos conseguir la mayor amplitud política en el campo
económico, pero respetando los derechos de la ciudadanía,
basado ante todo en una igualdad de oportunidades como la
que propugna el artículo 9 de nuestra Constitución.
Alguno ha llegado más lejos diciendo que somos falangistas
simplemente porque decimos que no somos de derechas, ni de
izquierdas.
Si tuviera que calificar a mi partido debería hacerlo como
un partido político progresista, laico, y transversal desde
un punto de vista universalista, pero si se lo tuviera que
explicar a alguien le diría que es el partido del sentido
común. Un partido que desde la transversalidad propugna que
la evidencia y la certeza no se discuta, algo así como
pensar que no es un ser humano un feto de 13 semanas; y que
lo mejor para los ciudadanos no pueda dudarse en bien de una
ideología, algo así como que el estudio en castellano,
nuestra lengua común no sea mejor para la educación de
nuestros hijos como lengua vehicular, que otras lenguas, a
las cuales no solo hay que respetar, sino también fomentar,
pero no obligar a ser utilizadas como lengua vehicular por
nuestros hijos. Esas son las cuestiones que entienden los
españoles y españolas, pero hay quienes quieren en bien de
sus partidos políticos que básicamente son organizaciones
instrumentales para conseguir el poder, darnos una versión
torticera de la realidad.
Si tuviera que calificar de donde viene la gente que se une
a Unión, Progreso y Democracia, diría que pueden venir desde
el Socialismo democrático, pasando por el liberalismo hasta
el Socialismo personalista de Mounier, pero habitualmente de
ninguno de ellos, sino que vienen atraídos por la aplicación
del sentido común que hace mucho que abandonaron los
partidos mayoritarios que siguen mirándose el ombligo y
alentando a sus fans cada vez con mayor intensidad.
En próximos artículos seguiremos explicando dónde se ubica
exactamente UPyD en el espectro político, y nadie debe dudar
de ese espacio, entre otras cosas porque ya se lo han
adjudicado los votantes, aunque los analistas políticos y
los habituales de las tertulias estén todavía algo perdidos.
(*) Es portavoz y coordinador del UPyD en Ceuta
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