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OPINIÓN - DOMINGO, 14 DE JUNIO DE 2009

 
OPINIÓN / ventana abierta

Católicos y vida pública

Por  Miguel Ángel de la Huerga - Orientador Familiar


En mi artículo del domingo pasado constataba la aceptación social de contravalores (como el aborto) frente a un sentir mayoritario de ciudadanos que han sido educados justamente en la dirección opuesta. Todo esto ha sido posible porque se ha separado al hombre de Dios; de esta forma, se consigue una autonomía de comportamientos ajustados a los gustos y deseos de cada uno, un relativismo moral en el que todo vale si es lo que me gusta o interesa. Pues bien, ante esta situación me pregunto ¿qué puedo yo hacer como católico en esta sociedad concreta que me ha tocado vivir? Permítanme que comparta con Uds mis reflexiones sobre esta pregunta.

En primer lugar debo tener un firme convencimiento, con san Pablo, de que en la vida y en la muerte somos del Señor (Rom 14,8) y por tanto ninguna voluntad humana puede arrogarse el derecho a decidir la eliminación de ninguna vida humana sea cual fuere su situación. Por un fenómeno de ósmosis social estamos continuamente sometidos al riesgo de impregnarnos de las corrientes emergentes que sustituyen a Dios por el hombre, que actúan sin más fundamentos para la eliminación de vidas humanas, que un emotivismo argumental. Para contrarrestarlo debemos contraponer la fe y la razón, tratando de resolver un problema, siempre complejo, ayudando a las víctimas en lugar de su eliminación de forma radical.

En segundo lugar, tengo que ser como católico, un hombre de esperanza. Esperanza que no puede venir de la extrapolación de los datos estadísticos sociales de este momento, sino de la esperanza contra toda esperanza, que decía Pablo a los Romanos (Rom 4,18), que se deriva del convencimiento por la fe de que el Señor no va a abandonar a su pueblo, no va a dejar que triunfe el Maligno y de que mis oraciones, especialmente en este 2009, año de oración por la vida, van a ser escuchadas por Él porque las realizaré en la seguridad de que voy en el buen camino, estoy en la verdad, amo la vida.

En tercer lugar, debo acoger con entusiasmo y defender sin titubeos las enseñanzas emanadas de los documentos de los pastores de nuestra Iglesia, en este caso, en materia de protección de la vida. Hay que valorar su firmeza y valentía en defensa de la vida, muchas veces en solitario, contra los ataques furibundos de políticos, medios de comunicación y personas que no comparten sus principios. Pero también hay que lamentar la incomprensión de muchos de los que se arrogan, incluso públicamente, su condición de católicos. En este sentido echo particularmente de menos alguna manifestación pública, en defensa de la vida, por parte de los teólogos habitualmente tan bien acogidos por los medios de comunicación cuando día tras día y por cualquier motivo, salen a atizarle a la jerarquía intentando su desprestigio, y justificando así a los enemigos de la Iglesia. Una Iglesia que es firme en sus principios, maestra en sus enseñanzas; pero que acoge con entrañas de madre, toda clase de víctimas de los desmanes sociales.

Con estos planteamientos debo pasar a la acción en la vida pública. En primer lugar por los medios que una sociedad democrática pone a mi disposición. En este sentido mi voto debe ser más reflexivo y no dar por supuesto que los principales valores que yo defiendo están recogidos mayoritariamente en un partido concreto. Hay que conocer los programas electorales y simplemente eliminar aquellos que no estén por la defensa de la vida. Esto obligará a algunos partidos a ser menos ambiguos en estos planteamientos. Estar pendientes de los partidos emergentes que se ajustan más a mis convicciones, que aunque pequeños en sus orígenes, pueden condicionar a los otros.

Cuando ocurre que los partidos con opciones de gobierno, no representan el sentir de las mayorías en temas fundamentales, la sociedad se ve obligada a tomar un protagonismo, al que en principio es remisa. Personalmente pienso que lo más importante que ha hecho en sus gobiernos el Sr. Rodríguez Zapatero ha sido el despertar a numerosos grupos sociales que han surgido en relativamente poco tiempo. Una democracia no está bien asentada hasta que no esté bien estructurada socialmente.
 

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