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OPINIÓN - VIERNES, 12 DE JUNIO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Toca intervenir en el ICD
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hubo un tiempo en el cual tuve yo la oportunidad de conocer cómo era el Instituto Municipal de Deportes –actualmente, ICD-. Aún conservo el escrito donde se refleja que, amén de ser director de una escuela de fútbol en proceso de creación, se me nombra supervisor de ciertos asuntos del organismo. Un escrito redactado por un funcionario que gozaba de un prestigio enorme y que ahora lo sigue teniendo como presidente de la Ciudad.

Juan Vivas vivió intensamente mi paso por el IMD, porque diariamente entraba dentro de mis obligaciones informarle de cuanto acontecía en un sitio cuya actividad era la promoción deportiva. Promoción deportiva de cuantas más especialidades mejor.

Pero en aquel tiempo el fútbol en el IMD estaba mal visto por Julio Ortega. Quien, desde el primer momento, se dedicó a torpedear toda labor que estuviera encaminada a que los niños de Ceuta pudieran asistir a una escuela cuyo escenario estaba previsto en los terrenos que hoy dan vida al Parque Deportivo Juan Carlos I.

En esos terrenos, y gracias a Juan Vega, constructor entonces, se hicieron campos de fútbol. Una obra que no estaba consignada y en la que, gracias a mi insistencia, Vega arriesgó lo suyo. Campos de tierra que esperaban la llegada de chavales de todas las barriadas y que ya habían sido ilusionados con la entrega de dos equipos deportivos, de marca. Hecho que llenó de alegría a Antonio Tirado, ‘Antonatti’, que era la persona, destinada en principio, a prestarme su indispensable colaboración.

Mientras tanto, todo se iba malogrando a medida que yo descubría irregularidades denunciables en el seno del organismo. Y, sobre todo, por la persecución implacable de un gerente, el tal Ortega, que hacía y deshacía en el IMD, sin que los políticos de turno le pusieran freno ni a sus ambiciones ni a su modo de conducirse en el cargo. Razones había, sin duda.

De modo que llegó un día en que Vivas, conocedor de cuantos desatinos se cometían en el IMD, trató por todos los medios de actuar. De poner coto a tantos desmanes. Pero sus buenos deseos se estrellaron contra una Junta Rectora que metía la cabeza debajo del ala.

Y Vivas, aunque tenía mucha fuerza como funcionario, a fin de cuentas no dejaba de ser eso: un funcionario. Y no le quedaba otro remedio que achantarse y tragar quina. Y, ante esa situación, no tuve otra salida que presentarme ante Vivas y renunciar a mi condición de empleado fijo en el ICD. Por voluntad propia. Ante la sorpresa mayúscula de quien nunca antes había visto cosa igual. Y allá que fuimos los dos a comunicárselo a Fructuoso Miaja: alcalde en esa época. Como pueden comprobar aporto pruebas. Y las que me reservo.

Mucho han cambiado las cosas en la ciudad. Pero el IMD –ahora ICD- sigue padeciendo los mismos problemas internos de siempre. Ocasionados casi todos por la manera de actuar de Julio Ortega. Maestro en urdir tramas para que los gerentes del organismo pierdan el oremus y terminen dándose el piro por aburrimiento.

La última persona que está a punto de claudicar es Cristina Bernal. De quien se me habla bien. Aunque también se me ha dicho que a la pobre le están amargando la vida a cosa hecha. Ya va siendo hora de que Vivas ponga firme al misógino que habita en el ICD.
 

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