Enfrente de donde escribo hay un
mueble con varios anaqueles. Y en el que más visión me
ofrece hay una especie de pergamino enmarcado, cuya
escritura específica cuatro categoría de personas. De modo
que cada mañana, en cuanto me siento ante el ordenador, lo
primero que se me viene a la vista es el regalo que me hizo
una amiga, hace ya la tira de tiempo.
El ejercicio intelectual, por supuesto, no le corresponde a
ella; pero cuando lo descubrió no tuvo el menor empacho en
transcribirlo literalmente, con su magnífica letra, y
regalar copias enmarcadas, como digo, a sus amistades. Hay
un titular que reza así: conviene leerlo cada mañana, antes
de salir a la calle. Y a continuación va lo que sigue:
a) Personas inteligentes: Las que benefician al prójimo y
salen beneficiadas.
b) Incautas: Las que practican la bondad y reciben los
palos.
c) Malvadas: Las que siembran la peste y cosechan la pasta.
d) Estúpidas: Aquellas que perjudican a las demás, y se
arruinan a sí mismas sin ningún empacho.
Escasean las personas pertenecientes al primer apartado. Ya
dijo Ortega y Gasset que España sería bien gobernada
si acaso pudiera contar con diez personas inteligentes. Con
qué poco se conformaba el hombre al que Azaña,
siempre tan puñetero, tildaba de ocurrente.
En Ceuta, por ejemplo, la única persona que se ha atrevido a
arrogarse esa facultad de pensar bien ha sido Juan Luis
Aróstegui. Pero si hubiera seguido ocupando un cargo en
el Ayuntamiento, quizá a estas horas la ciudad estaría
viviendo un atraso en todos los sentidos.
-Se le venir, De la Torre: Está usted deseando
encuadrar al hombre fuerte del PSPC entre las personas
malvadas.
-En absoluto. Lejos de mí caer en esa tentación. En todo
caso, será usted quien haya pensado en ello.
-Pues ya me dirá... Vamos, que si Aróstegui no es ni
inteligente ni malvado, sólo nos queda clasificarlo como
incauto o estúpido. Y eso sí que no me lo creo.
-En principio, amigo, deseche el plural mayestático. Porque
no es mi intención pronunciarme al respecto. Es decir,
encasillar al socio de Mohamed Alí en ninguno de los
apartados reseñados. Yo sólo me he limitado a recordar que
nunca antes, en Ceuta, nadie había declarado ser la persona
más inteligente de esta tierra. Y, claro, conociendo su
pasado como concejal de Hacienda, me he permitido opinar que
de haber continuado en el cargo, posiblemente estaríamos
ahora viviendo tiempos de oscuridad.
-A propósito, eso de jactarse Aróstegui de ser la persona
más inteligente que existe en Ceuta, se lo he oído y leído a
usted varias veces; pero a mí me han dicho que no es cierto
que él se pronunciara de esa manera en su día.
-¿Lo duda usted...? Pues si es así, lo tiene muy fácil:
acuda a la hemeroteca y busque el titular de una entrevista,
días antes de celebrarse unas elecciones, donde quien
proclamaba su singular inteligencia no fue votado nada más
que por cuatro amigos pertenecientes a esa clase media que
es la más parecida a la que en Jerez de la Frontera se
conoce como la gente que tuvo.
¿Qué ha querido decir usted, Manolo? Eso se lo explicaré
otro día.
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