Estamos casi a 48 horas del cierre
de la campaña electoral, para el domingo volver a las urnas.
Es algo de lo que nos aporta la democracia y que quienes
hemos vivido casi media vida, sin poder acercarnos a las
urnas, valoramos y valoramos de verdad.
Lo malo que tiene todo esto, sin embargo, es que en esa
posibilidad que hay de que seamos todos los que podamos
decidir con nuestro sufragio quienes van a ocupar una serie
de cargos dirigentes, va incluido, también, el que muchos de
esos que nos van a dirigir se muestren cual locuaces
verduleros que sacan a relucir tanto su falta de ética, como
su ilegitimidad para poder decidir por nadie, por lo que
hacen o dicen, especialmente, en las campañas electorales.
Y es que, a pesar de estar ante unas elecciones para el
Parlamento Europeo, el personal, que no parece tener
argumentos serios para mostrar qué es lo que se va a votar y
qué repercusiones y finalidad va a tener esto, se han tomado
la campaña, desde el primer día, como si fuera una trifulca
del patio de las vecindonas y se creen que el que más voces
da y el que más insulta al contrario es el que se va a
llevar el gato al agua logrando votos.
Lo he dicho ya en muchas ocasiones, los políticos de este
país carecen de “educación política” entendida esta como una
forma de orientar a los ciudadanos.
Y no tiene nada de extraño, por cuanto sólo hace falta echar
un vistazo a las instituciones políticas de nuestro país, o
a los principales cuadros dirigentes de los partidos
políticos, para encontrarte con “lo más granado” del pueblo,
con un tanto por ciento elevadísimo de “vividores”, esto es
que viven de ella y que hacen de la política su forma de
vida, incluso de vida buena, cuando de su profesión, si la
tienen, el 90% escasamente podrían dar dos pasos para pagar
la letra de la hipoteca a finales de mes.
Y estos, especialmente los que escasamente tienen una
profesión que les respalde, para cuando termine su faceta en
alguna de esas instituciones, son los que tratan de
“educarnos” en mítines, en cara a cara, o en reuniones,
hablándonos de los problemas que azotan a la sociedad y
exponiéndonos sus soluciones para que el mundo sea perfecto.
No es una broma, hay más de uno que no sabe hacer la “o” con
un canuto y nos habla de los problemas que acarrea el cambio
climático, o de las malversaciones de fondos en el partido
de la oposición. Con estos es para echarse a reír o a llorar
al mismo tiempo, lo primero al darnos cuenta de las
tonterías que dicen y lo segundo porque si la democracia se
tiene que apoyar en estos “títeres”, el futuro de la
democracia correrá peligro, no por la democracia como tal,
sino por aquellos que se quieren convertir en sus adalides.
Con estos presupuestos, que son tal como los considero yo,
al menos por lo que veo desde mi formación, también, en una
Facultad de Ciencias Políticas, alguien pensará que estoy
incitando a que no voten, cuando es todo lo contrario, no
votar sería incorrecto por mi parte. Yo votaré, y digo a
todos que voten, es más, si pudiera votaría tres veces, en
vez de una, para con mi sufragio intentar que el menos
“bocazas” sea el que nos represente, y he dicho el menos,
porque todos aquellos que hablan o insultan en campaña, una
vez que se sientan en su poltrona dicen:” lo mío ya está
aquí para cuatro años”. Y una cosa es cierta, en esos cuatro
años hay de algunos de los que no volvemos a saber nada.
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