La Parroquia de San José, sita en la calle Teniente Coronel
Gautier, celebró ayer un Rosario de la Aurora en el que
procesionó la imagen de la Santísima Virgen de las Lágrimas.
Tal y como destacó a nuestro rotativo, antes de iniciarse el
citado Rosario de la Aurora, el párroco de San José, el
padre Miguel Tenorio Tenorio, se ha hecho coincidir con la
celebración de la Visitación de María, concluyendo así, con
este Rosario de la Aurora, este mes dedicado a la Virgen
María.
A las ocho de la mañana, desde la Parroquia de San José y
arropada por medio centenar de fieles, procesionó en Rosario
de la Aurora, la Santísima Virgen de las Lágrimas, la cual
fue portada en su recorrido por miembros de la junta de
gobierno de la Hermandad.
Esta es la primera vez en la historia de la Parroquia y la
Hermandad que se realiza este Rosario, no en vano el nuevo
hermano mayor de la Cofradía de la Encrucijada, Francisco
Ramos Sánchez, destacaba que, al estar adaptando actualmente
las reglas al Reglamento Base Diocesano, incluirán esta
salida de la imagen de las Lágrimas en Rosario de la Aurora,
ya que las reglas actuales no la contemplan.
El cortejo, que iba abriendo una cruz flanqueada por dos
faroles, discurrió por las calles Teniente Coronel Gautier,
Romero de Córdoba, barriada Bermudo Soriano, barriada La
Encrucijada, calle Santos Vilela y regreso a la Parroquia.
El acto estuvo presidido por el párroco y director
espiritual de la Hermandad, el padre Miguel Tenorio Tenorio,
el cual fue dando lectura a cada uno de los misterios
durante el rezo del rosario.
Fue precisamente el padre Miguel Tenorio el que destacó que
el Evangelio dice que, cuando María fue a visitar a su prima
Isabel, permaneció con ella unos tres meses. Precisamente
los tres meses que separan la Anunciación del Señor del
nacimiento de Juan Bautista es cuando celebramos la fiesta
del encuentro de Isabel y María, pero más aún del encuentro
misterioso de dos seres a través de sus dos madres; una del
Precursor, y la otra del Mesías. Una repentina alegría hace
vibrar a María e Isabel a causa del Misterio que acontece
por su medio, a la tierra. En este sentido, la Visitación es
una nueva Anunciación: al estremecerse de alegría Juan
anuncia ya a Aquel cuyo profeta va a ser, a la vez que se le
descubre a María parte del misterio de su hijo divino.
Para María, la Visitación es además un misterio de humilde
servicio y de júbilo: júbilo que estalla bajo la inspiración
del Espíritu en el Magníficat. Semejante júbilo es fruto del
amor: brota el canto de acción de gracias después de un
maravilloso viaje que María se impuso para ponerse al
servicio de su prima encinta. Por lo que toca al manantial
de tal alegría, es algo muy intimo: Jesús, a quien María
lleva dentro de si.
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