Hace dos semanas le dediqué este
espacio a José Antonio Carracao. Como respuesta a unas
declaraciones en las que el secretario general de los
socialistas arremetía contra los creadores de opinión.
Culpándoles de que su partido lleve veinte años sin ganar
unas elecciones en Ceuta.
En aquella columna, fechada el 11 de este mes que termina
hoy, no tuve el menor inconveniente en tachar a Carracao de
frío. De estar convencido de que nunca podría ganarle unas
elecciones a Juan Vivas. Por lo que vivía su cargo con
apatía, con desidia, con una desgana que se le veía a la
legua. Y no dudé en atribuirle un deseo manifiesto de
abandonar la secretaría general en cuanto se celebraran las
elecciones autonómicas y generales.
También le avise que en su partido los había ya que le
criticaban su falta de dinamismo, su poca actividad, su
dejarse llevar por la marea de las derrotas. En suma: que
carecía de esa pasión necesaria para defender sus ideas.
Porque la defensa de las ideas deben hacerse con emoción.
Han de ir acompañadas de cierto frenesí. De la misma manera
que los sentimientos políticos requieren de las ideas.
Pues bien, desde que le dediqué aquella columna a Carracao,
aunque yo se lo achaco a la casualidad, éste parece otro
político muy distinto. Está intratable. Y a la menor de
cambio se nos muestra fiero en sus declaraciones, montaraz,
deseoso de fajarse con sus adversarios. Y los ha
desconcertado. Ya que lo tenían catalogado como hombre
apocado, débil y de poca sustancia.
De manera que en pocos días se las ha tenido tiesas con
Basilio Fernández, con Juan Luis Aróstegui y con
Pedro Gordillo. Y lo que te rondaré, morena. Porque
tengo la impresión de que Carracao le ha cogido gusto a la
bronca. Se ha sentido bien pisando esos terrenos de la
trifulca. Y hasta estoy por asegurar que no está dispuesto a
ceder lo más mínimo en sus pretensiones de ser considerado,
a partir de ahora, como un político capaz de aceptar el
cuerpo a cuerpo con el más pintado. Así que cuidado con él.
Cuidado con él, porque parece dispuesto a disparar contra
todo lo que se mueva. Tal vez harto de que en su casa, donde
habita político experto y curtido en mil batallas, le hayan
dicho que la vida pública no está hecha para timoratos ni
pusilánimes. Que se espabile si no quiere que se le recuerde
como un chico joven que llegó a ser secretario general de
los socialistas de Ceuta y que fue un auténtico “petardo”.
Sea como fuere, lo bueno es que José Antonio Carracao ha
despertado de su letargo y ha comenzado a pasear la calle
bamboleándose y desafiando con la mirada a cuantos pongan en
duda que enfrentarse a él no tiene el menor desgaste. Y ha
dejado atónitos a quienes no esperaban semejante actitud.
Así que ya se han oído voces pidiéndole al Delegado de
Gobierno, José Fernández Chacón, que meta en cintura
a su asesor. El cual ha pasado de estar criticado por falta
de arrestos para defender una secretaría general, por ser
político de pitiminí y cohibido, a despertar las primeras
sospechas de que puede convertirse en una alimaña de la
política. En alguien convencido de que si los socialistas
quieren recuperar el terreno perdido en Ceuta, han de contar
con un líder. Y Carracao, por lo visto, quiere asumir ese
liderazgo. ¡Albricias!
|