Al menos media hora estuvimos esperando los periodistas y
reporteros gráficos en el acuartelamiento de García Aldave.
Media hora, para volvernos después con las libretas vacías
de anotaciones y la tarjeta de memoria de la cámara carente
de imágenes. Nos habían convocado a las 12.00 horas, en el
antiguo acuartelamiento de la V Bandera del Tercio, y
desfilamos, un coche tras otro, esperando alguna respuesta
de los militares. Como siempre, los oficiales se escudan en
que estamos en un cuartel, en la seguridad y en las mismas
historias de siempre. Mientras nosotros observábamos el
balanceo de las musarañas, los militares se ponían en
contacto con la Comandancia General, para ver si teníamos o
no autorización para cubrir el curso de ‘Protocolo de parada
y aproximación a los vehículos’ que protagonizaba la Policía
Local. De nada sirvió que les mostráramos la nota de prensa
que nos habían enviado desde la Ciudad Autónoma, porque nos
hicieron esperar, como si lleváramos documentos secretos o
cámaras ocultas en nuestros sofisticados vehículos. Será por
lo grande que es esta ciudad que no saben de los medios de
comunicación que nos movemos por aquí. Cuando ya nos
habíamos ido de allí, con una sensación de idiotas de tres
palmos de narices, llamamos a la Comandancia General para
que nos explicaran el motivo de aquella estúpida espera
insatisfactoria. Éstos nos dijeron que la Policía Local y la
Consejería de Gobernación no les habían avisado de nada y
que, por lo tanto, tuvieron que llamar a Sevilla, de quien
dependen ahora los puñeteros cuarteles, para que les dieran
autorización -mágnifica idea esa de que controlen nuestras
infraestructuras desde fuera-. Y otro patinazo de la
Consejería, que no tuvo suficiente con la errada nota de
prensa del Puente Quemadero. Entre uno y otro, la casa sin
barrer.
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