Siempre es un buen momento para
hacer la paz. Tenemos que hacerla todos juntos. A veces es
suficiente con una sonrisa. Que cada uno pueda hacer lo que
se deba hacer, es tan justo como preciso. Miles de personas
en el mundo todavía no son libres para ejercitar ese deber.
La confianza que la comunidad internacional tiene depositada
en la labor de mantenimiento de la paz que realizan las
Naciones Unidas continúa haciendo camino. Caminantes de paz
vuestro es el mundo, hacerlo humano aunque haya que
reinventar otra justicia más neutral. Ahora Naciones Unidas
apuesta por recurrir al poder de las mujeres para fortalecer
el sosiego en el planeta. En cualquier caso, hacen falta
hembras y hombres de paz, hombros que nos acerquen a la
senda de la verdad, a la del verso y la palabra que se
injerta en el corazón humano. Hay que empezar a estrechar
abrazos con los enemigos hasta volverlos amigos. Sólo es
necesaria la voluntad de hacerlo. Querer es poder, que se
dice.
Como también digo que la mujer es cierto que está en mejores
condiciones de poder cambiar el mundo. La maternidad imprime
el más níveo de los versos. Como alguien dijo: la más bella
palabra en labios de un hombre es la palabra madre, y la
llamada más dulce: madre mía. También puede desempeñar
tareas de un modo más eficaz para atajar el problema, me
refiero, por ejemplo, a las entrevistas con las víctimas de
violencia sexual o por motivo de género, el trabajo en las
cárceles o en labores asistenciales. La paz se escribe en
femenino bajo la complementariedad masculina. Todos somos
imprescindibles para reconquistar el sosiego y darnos
autosatisfacciones compartidas. Porque la paz no se compra,
viene por si misma, es fruto que germina de las habitaciones
interiores de los seres humanos.
Mujeres manteniendo la paz. Hombres sosteniendo la paz. Sin
armas. La acción más reciente de Corea del Norte lanzando
misiles de corto alcance, a pesar de la condena
internacional con que fue recibida su prueba nuclear de la
víspera, es una clara prueba de que las naciones no
descansan. Parece como si estuvieran siempre deseosas de
agrandar sus arsenales de armamentos. Unos países más que
otros, bien es verdad. En cualquier caso, así no podemos
criar a los niños en la paz. Con lo saludable que sería
hincharse de amor antes que de armas. A sabiendas de que no
hay paz sin amor, y que no hay amor sin conjugación de
pronombres en los labios del alma.
Abajo las opresiones de los pueblos, las injusticias y los
desequilibrios económicos que nos circundan. Arriba la
rebelión de los poetas que armados de poesía destruyen las
armas con su triunfal paso estético. Si la primera víctima
de la guerra es la verdad, la segunda es el amor que se
envenena de odio. Algo que nos deshonra como humanos,
haciéndonos seres inhumanos. Demasiados lobos con piel de
cordero transitan por el reloj de la vida como si ellos
fueran dueños para detener nuestro propio tiempo
existencial. Haya paz, pues, y que la guerra deje de ser
presencia viva en el mundo. Ya está bien de destruir el
espíritu poético de la tierra. ¡Cuántas derrotas de
humanidad! ¡Cuántos pésames de vencidos y glorias de
vencedores! La paz nos pertenece por derecho y deber.
Ninguna guerra se gana.
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