Confieso que no le estoy prestando
la menor atención a la campaña correspondiente a las
elecciones al Parlamento Europeo. Hasta el punto de no haber
enchufado la televisión cuando debatían Jaime Mayor Oreja
y Fernando López Aguilar. Debate que otrora, sin duda
alguna, me habría hecho sentarme ante el televisor con sumo
interés, a fin de comprobar dos formas distintas de
oratoria. Por un lado, la facundia eléctrica y brillante del
candidato socialista; y por otro, la concisión reposada,
acorde con su forma de comportarse e incluso de andar y de
respirar, que distingue siempre la dialéctica del candidato
popular.
Tampoco interés ha despertado en mí esta campaña electoral,
que ni siquiera me dio por acudir al Hotel Ulises para oír
lo que pudiera decir Mayor Oreja. Y, mucho menos, se me pasó
por la cabeza presentarme en el acto que, posteriormente, se
celebró en el Hotel Parador La Muralla. Pero semejante
desinterés no influyó en mí como para que dejara de leer
cuanto se ha escrito sobre lo manifestado por él. Y de lo
que me quedo con lo siguiente: la petición que hizo el
político vizcaíno para que los ciudadanos acudieran a las
urnas el día 7 como lo hacen cuando se trata de votar a
Juan Vivas.
Un mensaje que resume el valor que sigue teniendo la figura
de Vivas entre los dirigentes más destacados del partido. Lo
cual, aunque sea algo sabido, resulta conveniente que
quienes llegan de Madrid lo recuerden, con él único fin de
evitar cualquier tipo de dudas o decaimiento por parte del
presidente de la Ciudad. Puesto que en la sede central del
partido no conciben que Vivas les deje en la estacada. Es
decir, que decida no presentarse como candidato a la
presidencia en las próximas elecciones autonómicas.
Pero ese reconocimiento público, por parte de Mayor Oreja,
para que Vivas se sienta estimulado -no olvidemos que todos
necesitamos a veces que nos regalen el oído-, es posible en
esta tierra porque quienes rodean al presidente son los
primeros en reconocerle sus cualidades. Y, por tanto, lo
propalado por el visitante no debe ser visto como avivador
de envidias.
Y es así, por más que los haya dispuestos a pensar lo
contrario, porque Pedro Gordillo es el mejor valedor
que tiene Vivas. Ya que el presidente del partido está
convencido de que las buenas relaciones entre ambos son las
que hacen posible que el PP gane elecciones con mayorías
absolutas. O sea, que mientras funcione el tándem, todo irá
sobre ruedas. Lo que no significa, faltaría más, que no
discutan nunca ni que sean incapaces de decirse mirándose a
la cara lo que nos les guste.
Pero me consta, tras haber mantenido conversaciones al
respecto con los dos, que ninguno le permite a nadie que
trate de enzarzarlos, indisponerlos, cizañarlos... Echarlos
a pelear, como ya recordé días pasados. Puesto que ambos,
cada cual con su forma de ser y de proceder, saben
sobradamente que si caen en esa trampa, los males llegarán
por añadidura y a velocidad de vértigo.
Por ello, el que Jaime Mayor Oreja haya incitado a los
votantes a ir a las urnas de la misma manera que lo hacen
con Vivas, y la posterior reunión con éste, sin que nadie
estuviera presente, en una salita del Ulises, no podrá ser
usado como arma de división entre partes. Y, claro, conviene
adelantarlo. Por si acaso los hay que tratan de aprovecharse
de las circunstancias.
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