Abdolah Boudaghya perdió a su hermana el lunes. Vivía en
Castillejos y tenía 53 años. Se llamaba Zohra. Mustafa El
Meriouti también perdió a la suya. Había nacido hace 32 años
en la casa donde residía junto a él y sus otros cuatro
hermanos en el barrio tetuaní de Bab Nvader. Se llamaba
Bossra. Ambas vivían al día, a veces ni eso. Las dos
trabajaban en la frontera y se levantaban cada día a las 4 y
5 de la madrugada para llegar al perímetro y trasladar
mantas y trapos al otro lado del mundo. Su mundo. Al que
regresaban con 10 euros que les permitían ayudar a sus
familias a seguir viviendo. La vecina de Castillejos enviudó
en 1982 y decidió irse a trabajar a la frontera para sacar
adelante a sus dos hijos. Por aquél entonces tenía 26 años y
desde la pérdida de su esposo supo enfrentarse sola a la
vida y consiguió que sus hijos se criaran y que incluso le
dieran nietos.
La más joven de las porteadoras fallecidas no tenía hijos.
Estuvo casada tres años pero se separó y vivía feliz con sus
hermanos y sus sobrinos. Su hermano llegó ayer a Ceuta junto
al resto de familiares de su compañera, desencajado. Acababa
de perder a su hermana y su hijo pequeño, que padece de
diabetes y que adoraba a su tía, al enterarse de la noticia,
sufrió una crisis aguda que le mantiene ingresado en el
hospital de Tetuán. El hermano no puede evitar pensar en sus
padres, ya fallecidos. Su padre, militar de los Regulares,
llevó durante muchos años la contabilidad del regimiento.
Nadie lo esperaba. Al menos que les fuera a pasar a ellas de
entre las 10.000 personas que día tras día recorren el
perímetro en busca de mercancía del Tarajal para luego poder
mercadear. El hermano de la más joven admite que ella
siempre “maldecía” cada día que venía a la frontera. “Había
días que tenía suerte pero otros, tanto las autoridades
españolas como las marroquíes les daban palos y les
despojaban de todo y regresaba a Tetuán con menos de lo que
había salido porque ni siquiera recuperaba el porte del
taxi”.
Murieron como perros
La mala suerte se cebó con Zohra y Bossra. Podían haber sido
otras dos personas. O muchas más. Sus familias creen que lo
más duro es la forma en que fallecieron. “Murieron como
perros, pisoteadas por doscientas personas asustadas”,
explica Mustafa El Merióuti. “Siempre hay incidentes pero el
lunes fueron irremediables”, apunta. Él cruzó la frontera
ayer para solucionar la tramitación de repatriación del
cuerpo de su hermana por primera vez desde hacía más de una
década. “No me gusta venir y ella lo hacía por necesidad. La
frontera es un caos y siempre hay demasiada gente”, lamenta
agradeciendo el gesto de las personas que han decidido pagar
los costes de la repatriación.
Los empresarios del Tarajal se han comprometido a abonar los
7.000 euros que cuesta la tramitación y los gastos
funerarios La Federación Española de Entidades Religiosas
Islámicas se ocupará de los costes de la aduana para dentro.
La entidad ha hecho un llamamiento a través de su
presidente, Salem Abdelkader para llegar hasta el fondo del
asunto a través de los testimonios de los que presenciaron
la avalancha. “Que los testigos no tengan miedo que les
daremos la cobertura legal necesaria para que cuenten lo que
pasó exactamente”. Abdelkader afirma que se deben depurar
responsabilidades para “averiguar quien ha sido el o los
responsables de hacer bajar por esas escaleras a las
porteadoras”.
Por el momento poco se sabe de las causas del suceso mortal.
Lo único que saben las familias es que ya no volverán a ver
a Zohra y a Bossra y que su único pecado era acudir de
madrugada a un lugar que les proporcionaba dinero para sacar
adelante a sus familias.
|
La repatriación se está agilizando y podría llevarse a cabo
hoy mismo
Todas las partes implicadas en el
proceso de repatriación pusieron en marcha el dispositivo
rutinario en estos casos siendo el paso último la concesión
de la autorización por parte de Delegación de Gobierno del
paso de los cadáveres al otro lado de la frontera. Para
ello, previamente se debe contar con un sello en el
expediente del difunto que dé cuenta de la defunción por
parte del forense y de la autorización de sepultura por
parte del juez. La Consejería de Sanidad realiza el acta de
embalsamiento y el área de Sanidad de la Delegación prepara
un documento de garantías sanitarias que permita la
repatriación. Por último el gobernador de Rincón autoriza el
entierro en el cementerio marroquí
|