En mi anterior intervención, tuve la oportunidad de
compartir con Uds. la carta que el padre del socialismo
francés, Jean Jaurés, escribió a su hijo, explicándole, con
una clarividencia difícil de mejorar, las razones por la que
se hace necesario recibir clases de religión en las
escuelas. Eran todas ellas razones de carácter cultural que
serían suficientes para convencer al más receloso, a las que
podríamos añadir otras no menos importantes de carácter
moral, social, legal y naturalmente religioso.
Mediante las clases de religión se pretende complementar las
enseñanzas de los padres en lo que se refiere a la
conciencia moral o centro de referencia y manifestación de
los valores importantes, tales como la verdad, sinceridad,
honradez, justicia, humildad, etc. En definitiva en la
búsqueda de la verdad y el bien. A distinguir lo que es
bueno de lo que no lo es, aprendiendo a optar libremente por
uno o por otro, y asumiendo responsablemente las
consecuencias derivadas de la elección.
De la proyección de estos valores hacia el entorno surge la
ayuda que puede aportar la religión a la socialización de
los jóvenes, enseñándoles a comportarse como buenos
ciudadanos, a ayudar quienes les puedan necesitar y en
definitiva a colaborar en la construcción de un mundo más
humano.
Las razones legales se derivan del reconocimiento de las
leyes y los acuerdos internacionales que recogen el derecho
fundamental de los padres a que sus hijos reciban la
formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus
propias convicciones, como dice expresamente nuestra
Constitución en el artículo 27.3, reservando para los
estados la obligación de proporcionar los medios suficientes
para satisfacer estos derechos, independiente de la
ideología de quien detecte el poder.
Las razones religiosas son consecuencia del deseo libremente
expresado por los padres, de que sus hijos complementen la
educación religiosa en la escuela, haciendo así uso de sus
derechos fundamentales.
Como ven las razones son suficientemente claras e
importantes como para que no sea ésta una materia de
periódica confrontación. Solo los que quieren usurpar los
derechos de los padres, en una intervención directiva de la
enseñanza, con fines poco claros, no están dispuestos a
comprender tales evidencias.
Nosotros seguiremos insistiendo en la necesidad de un pacto
por la enseñanza, con la intervención de todos los
estamentos interesados en tan importante materia, en la que
la representación de las familias tenga un protagonismo
preponderante.
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