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OPINIÓN - DOMINGO, 24 DE MAYO DE 2009

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

No me gusta escribir obituarios. Y no me gusta escribirlos, porque es decirle un adiós a los amigos por los que he sentido un gran cariño, y ese cariño siempre permanecerá en mi corazón mientas esté por este mundo. Pero nobleza obliga a dedicarle unas letras a quienes ya no están con nosotros, Maruja Miralles y Gregorio Blasco, dos personas que con su trato dejaron huellas en mi alma.

Con Maruja he mantenido una gran amistad desde que la conocí por ser la esposa de mi compañero, durante once años en el Colegio del Valle, Ángel Guerrero. Han sido muchos años tratándonos, compartiendo momentos agradables. Vernos y pararnos a echar nuestro rato de charla, no lo podía impedir nadie.

Me ha dolido en el fondo de mi alma el que Maruja nos haya dejado. Pero mayor dolor he sentido cuando me he encontrado a mi compañero, a mi amigo, su esposo Ángel Guerrero, totalmente abatido ante tan irreparable perdida.

Verle sólo sin Maruja a su lado, se me hace imposible, porque jamás uno se separaba del otro, luchando codo con codo ante los problemas de la vida. Eran dos vidas en una misma. Ejemplo de lo que debe ser una matrimonio. Desde aquí compañero, más que compañero amigo, recibe el abrazo de quien tu bien sabes, siente por los dos un gran cariño.

Gregorio Blasco, concejal del Ayuntamiento en la época de Zurrón, es otro de mis amigos del alma que nos ha dejado. Los momentos vividos con Gregorio son imborrables, pues era muy joven cuando lo conocí, y pase a formar parte del cuadro artístico que el creó, “Estrellas Juveniles”.

Cuántas horas hemos pasados juntos, dedicados a tratar de llevar el arte por cada rincón de esta tierra. Sería imposible enumerar las actuaciones que durante años llevamos a cabo, él dirigiendo el cuadro artístico y yo, un niño, presentando el espectáculo.

En aquella época de esa niñez, caminando con paso firme a la juventud, conocí a sus hijos, Manolo y Carlos Blasco, con los que sigo manteniendo una gran amistad que nada ni nadie va a romper, porque los sentimientos de afectos y cariño, como tales sentimientos, nada puede acabar con ellos, a pesar de las lenguas de doble filo, capaces de inventarse historias lejanas a la realidad.

Cuando el cuadro artístico desapareció, no por ello acabó nuestra amistad, que se fue forjando durante los años. Gregorio, desde su puesto de concejal de festejos, en cada ocasión que lo requería acudía a mi con la certeza de que jamás le diría que no.

Un día hace años llevado por una enfermedad, Gregorio, dejo de salir a la calle, refugiándose en su casa, pero no por ello deje de interesarme por mi amigo, eran muchas las ocasiones que me acercaba al establecimiento de Carlos para preguntarle por él.

Su fallecimiento me cogió fuera y al llegar me enteré del mismos, sentí una enormidad no haber podido darle el último adiós a un amigo de esos inolvidables.

Seguro, Gregorio, que cuando has llegado al cielo, habrá sonado un pasodoble español y una mujer genial bailaora te habrá salido a recibir moviendo los brazos como sólo ella sabía hacerlo. No te olvides pedir por los que aún estamos por estos lares. Gracias.
 

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