El significado de sus esculturas es el particular que quiera
darle el que las observa. Ella varía las formas y juega con
los volúmenes. El fondo, lo deja en manos del público.
Premio de las Artes y la Cultura de su ciudad natal, Laverón
ha repartido su arte por Europa y América y es admirado por
gentes de todos los rincones del mundo. Son esas personas
que miran y tocan las piezas las que hacen inmortal su
trabajo. Agradecida a su pueblo, ha traído hasta los
rincones más entrañables de la ciudad autónoma una muestra
de su obra que inaugurará la próxima semana y que podrá
admirarse hasta el mes de septiembre. Repele la politización
del arte y soporta las críticas. No pretende gustar, solo
resolver los problemas escultóricos que se le plantean
Pregunta.- ¿Por qué se decantó por el arte de la
escultura?
Respuesta.- No lo sé. Parece que era mejor como escultora.
Veía más el volumen que el color, aunque el color me
relaja... pero veo más el volumen.
P.- ¿Quién le enseñó a mirarlo?
R.- Eso se va aprendiendo sobre la marcha. Es lo primero que
enseñaban en Bellas Artes: a ver, a mirar, a cerrar los ojos
para captar solo lo esencial. Esa es la base del dibujo, de
todo el arte. Pero eso era antes, cuando enseñaban, ahora
las escuelas de arte creen que eso está pasado de moda y no
enseñan nada...
P.- ¿Crítica nada más comenzar la entrevista?
R.- Soy crítica siempre que hay que serlo. Creo en la
enseñanza como base del arte. Yo no soy autodidacta. Al
principio aprendes eso y luego ya uno se va buscando hueco.
Primero es captar de fuera para dentro, luego lo contrario.
Y eso molesta, es natural, pero ya comienza uno a hacer su
propia obra con esa especie de levadura que queda de ese
proceso.
P.- ¿En ese momento en que saca del exterior lo que tiene
dentro, dónde busca la inspiración?
R.- Trabajando. No me viene por un angelito que me dice que
estoy inspirada. Yo me pongo a trabajar, a buscar, a dibujar
y a veces encuentras y otras no. Pero sigues intentándolo
hasta que encuentras algo.
P.- Ha vivido en Marruecos, en Ceuta, en Barcelona, en
París, en Alemania... echando la vista atrás ¿qué guarda su
arte de cada uno de ellos?
R.- Me quedo con todos, maravillosos... Marruecos lo
descubrí cuando me fui de allí. Me entusiasmó llegar a
Cataluña, donde apareció de pronto toda esa arquitectura que
solo había visto en los libros... París, Ceuta... son etapas
de la vida que me han enseñado mucho y que no sé si
represento en mi obra. Yo juego con las formas que
imagino... nada más.
P.- ¿Lo suyo es entonces el arte por el arte?
R.- No transmito nada... no me planteo. Yo creo volúmenes,
juego con los espacios. Es una pregunta complicada. Como si
le preguntas a un músico que qué intenta transmitir cuando
compone y es lo que le sale. Busco una forma figurativa, la
voy deformando, girando, poniéndole luz y consiguiendo que
se vea por todas partes. Una escultura debe mirarse por
todas partes, si no, no es una escultura, es un relieve o
una pintura. Y hay veces que consigo esa armonía y otras no.
Yo quiero hacer una escultura que tenga armonía y resolver
unos problemas escultóricos. La inspiración viene sobre la
marcha que me coge trabajando si no nada.
P.- ¿Y algún problema escultórico que no logre resolver le
ha quitado el sueño?
R.- Tengo muchas piezas que se me han resistido y que aún no
he terminado y llevo años intentándolo. Lo vuelvo a
intentar, para una foto están bien pero no para que se vea
por todas partes.
P.- Ahonda en lo puro, incluso primitivo. Juega con las
formas y muchas de sus esculturas no tienes rasgos definidos
en los rostros. ¿A qué se debe?
R.- Trato de simplificar buscando la fuerza del movimiento.
A veces hago cabezas que tienen mucha fuerza. Pero si yo
simplifico y luego complico en una cabeza, le quito fuerza a
ese movimiento y por eso procuro hacerlas a parte. El poder
de una mirada es demasiado fuerte.
P.- ¿Qué pueden ver los ceutíes por las calles?
R.- Algunas de las esculturas de la exposición tienen
réplicas en sitios públicos, como la que está ubicada en la
Gran Vía que posee la Unesco en París y otra en el Reina
Sofía. Tenemos suerte porque en el mundo de la escultura
hasta siete piezas se considera original.
P.- Parece que la cultura vuelve al lugar que le corresponde
después de unos años en que la importancia que se le daba
era directamente proporcional al personaje que la
encargaba...
R.- Sí estuvo muy ligada al monumento. Ha tenido esa etapa
pero lo importante es que la pieza hable por sí sola. No
necesita nada. Y si lo que representa se entiende por
añadidura pues mejor. Sigue siendo una escultura. Represente
o no a alguien. Un trabajo artístico más que no tiene que
ser simplemente una reproducción de un personaje.
P.- ¿Qué opina del mundo que rodea a la escultura en la
actualidad?
R.- A lo mejor soy muy inculta pero no estoy muy enterada.
Hay muy buenos escultores, otros que me gustan menos. En
todas las épocas hubo el artista oficial que no siempre era
el mejor sino el que tenía más contactos o medios y quizá
era el mejor o no. Y lo sigue habiendo. Lo que no me gusta
es la politización que se hace con el arte.
P.- ¿Le gusta que la gente toque las obras que al final
concibe o con admirarlas ya es suficiente para evitar que se
estropeen?
R.- Esos espacios son para que la gente no vea un muro sino
cosas bellas. Que la gente participe, se suba y se siente
sobre ellas... y a mi me encanta eso. Que jueguen los niños
y los mayores con ellas y las integren en sus vidas, en sus
paseos... que las hagan suyas.
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